Los tiempos del Justiniano en el Imperio Bizantino

Justiniano a​ (Tauresium, 11 de mayo de 483-Constantinopla, 13 de noviembre de 565) fue emperador del Imperio romano de oriente desde el 1 de agosto de 527 hasta su muerte. Durante su reinado buscó revivir la antigua grandeza del Imperio romano clásico, reconquistando gran parte de los territorios perdidos del Imperio romano de Occidente.


Considerado una de las personalidades más importantes de la antigüedad tardía y el último emperador que usaba latín como lengua materna,1​ el gobierno de Justiniano marca un hito en la historia del Imperio romano de Oriente. El impacto de su administración se extendió más allá de las fronteras de su tiempo y de sus dominios. Su reinado está marcado por el ambicioso, aunque parcial, renovatio imperii romanorum, o "restauración del imperio".2

Debido a sus políticas de restauración del imperio, Justiniano en ocasiones ha recibido el apelativo de "último de los romanos" por la historiografía moderna.3​ Esta ambición se plasmó en la recuperación de parte de los territorios del antiguo Imperio romano de Occidente. Su general Belisario consiguió una rápida conquista del reino de los vándalos del norte de África, y más tarde el propio Belisario, junto con Narsés y otros generales, conquistaron el reino Ostrogodo de Italia, restaurando tras más de medio siglo de control bárbaro los territorios de Dalmacia, Sicilia y la península itálica, incluyendo la ciudad de Roma, en el territorio del imperio.

Por su parte, el prefecto del pretorio Liberio reclamó gran parte del sur de la península ibérica, estableciendo la provincia de Spania. Estas campañas restablecieron el control del imperio sobre el occidente mediterráneo, incrementando los ingresos anuales en más de un millón de sólidos al año.4​ Durante su reinado, Justiniano también conquistó a los Tzani, un pueblo de la costa este del Mar Negro que nunca antes habían estado bajo control romano.5

Otro de sus más impresionantes legados fue la compilación uniforme del derecho romano en la obra del Corpus Juris Civilis, que todavía es la base del derecho civil de muchos estados modernos. Esta obra fue realizada en su mayor parte por el cuestor Triboniano. Su reinado también marcó un punto álgido en la cultura bizantina, y su programa de construcción dio como frutos obras de arte tales como la iglesia de Santa Sofía, que sería el centro de la Iglesia ortodoxa durante muchos siglos.

Sin embargo, una epidemia devastadora conocida como la Plaga de Justiniano a comienzos de la década de los años 540 marcó el final de una época de esplendor. Se cree que fue un brote de peste negra, aunque no se sabe a ciencia cierta. El imperio entraría en un periodo de pérdida de territorio que no sería revertido hasta el siglo IX.

El cronista Procopio de Cesarea constituye la principal fuente primaria de la historia del reinado de Justiniano. El cronista en idioma siríaco, Juan de Éfeso, escribió también una crónica sobre la época que no ha perdurado, pero que es utilizada como fuente por cronistas posteriores, y que añade muchos detalles de valor histórico. Ambos historiadores terminaron mostrando mucho rencor contra Justiniano y contra su emperatriz, Teodora.6​ Otras fuentes incluyen las historias de Agatías, Menandro Protector, Juan Malalas, el Chronicon Paschale, y las crónicas de Marcelino Comes y de Víctor de Tunnuna.

La Iglesia ortodoxa lo venera como santo el día 14 de noviembre, y también es venerado por algunos grupos luteranos en la misma fecha.7


Justiniano nació en una pequeña aldea llamada Tauresio,8​ alrededor del año 482.9​ Su familia, de origen humilde y de lengua latina, se cree que pudo ser de orígenes tracios o ilíricos.101112

El cognomen Iustinianus (Justiniano) lo tomó tras ser adoptado por su tío Justino.13​ Durante su reinado fundó Justiniana Prima una ciudad cercana a su lugar de nacimiento y que actualmente se encuentra en el sudeste de Serbia.141516

Su madre, Vigilantia, era la hermana de Justino. Justino formó parte de la guardia imperial (los Excubitores) antes de ser nombrado emperador en el año 518,17​ adoptó a Justiniano y lo llevó con él a Constantinopla, asegurando que recibiese una buena educación.17​ Justiniano siguió así el currículo educativo habitual, centrándose en la jurisprudencia, teología e historia.17​ Justiniano sirvió durante algún tiempo con los Excubitores, pero los detalles de esta época temprana se desconocen.17​ El cronista Juan Malalas, contemporáneo de Justiniano, describe su apariencia indicando que era de baja estatura, de pelo rizado, cara redondeada y atractivo. Otro cronista contemporáneo, Procopio, compara su apariencia con la del emperador tiránico Domiciano, aunque en este caso es probable que se trate de una calumnia.18

Avanzó en su carrera militar con gran rapidez, y se abría ante él un gran futuro cuando en 518 el emperador Anastasio I falleció. Justino fue proclamado nuevo emperador, con una significativa ayuda de Justiniano.17​ Durante el reinado de Justino (518-527), Justiniano fue el confidente más cercano al emperador. Justiniano mostró mucha ambición, y se cree que funcionó como virtual regente mucho antes de que Justino lo nombrara coemperador el 1 de abril de 527, aunque no existen evidencias que constaten a ciencia cierta esta opinión.19​ Cuando Justino comenzó a mostrar síntomas de senilidad a finales de su reinado, Justiniano se convirtió en el gobernante de facto.17​ Justiniano fue nombrado cónsul en 521, y más tarde comandante en jefe del ejército de oriente.1720​ A la muerte de Justino I, el 1 de agosto de 527, Justiniano se convertiría en el único soberano del imperio.17

Como gobernante, Justiniano demostró gran energía. Era conocido como «el emperador que nunca duerme», debido a sus hábitos de trabajo. En cualquier caso, parece que era una persona amigable y cercana.21​ La familia de Justiniano procedía de un entorno provincial y no muy elevado, y por ese motivo no basaba su poder en la aristocracia tradicional de Constantinopla. En su lugar, Justiniano se rodeó de personas de extraordinario talento, a los que elegía no tanto por su origen aristocrático sino por méritos propios.

Alrededor del año 525 contrajo matrimonio con su amante, la emperatriz Teodora, una ex actriz y cortesana veinte años más joven que él. Justiniano no habría podido casarse con ella debido a la diferencia de clases, pero su tío Justino I promulgó una ley permitiendo el matrimonio entre distintas clases sociales.2223​ Teodora se volvería una figura muy influyente en la política imperial, y emperadores posteriores seguirían el precedente creado por Justiniano para casarse con mujeres no pertenecientes a la aristocracia. El matrimonio causó gran escándalo, pero Teodora demostró ser una persona muy inteligente, prudente y buena juzgando a las personas, convirtiéndose en el principal apoyo de su marido. Otros individuos de gran talento al servicio de Justiniano fueron Triboniano, su asesor legal, Pedro el Patricio, diplomático y cabeza de la burocracia de palacio, sus ministros de finanzas Juan de Capadocia y Pedro Barsime, que lograron recaudar impuestos con gran eficiencia, financiando los proyectos y guerras de Justiniano, y finalmente grandes generales como Belisario o Narsés.

El gobierno de Justiniano no estuvo exento de oposición. A comienzos de su reinado estuvo a punto de perder el trono por culpa de los disturbios de Niká, y se descubrió una conspiración contra su vida instigada por hombres de negocio insatisfechos con su gobierno avanzado y su reinado, en el año 562.24

La segunda mitad de su reinado se vio ensombrecida por la epidemia de peste que se hizo virulenta a partir del año 542. El propio Justiniano cayó enfermo a comienzos de esa década, pero se recuperó. Teodora murió en 548, puede que de cáncer,25​ a una edad relativamente joven y Justiniano la sobrevivió casi veinte años. Justiniano, que siempre había mostrado gran interés por las discusiones teológicas y que había participado activamente en debates sobre la doctrina cristiana,26​ se hizo todavía más devoto durante los últimos años de su vida. Murió el 14 de noviembre de 5659​ sin descendencia. Lo sucedió en el trono Justino II, hijo de su hermana Vigilantia y casado con Sofía, la sobrina de la emperatriz Teodora. El cuerpo de Justiniano fue enterrado en un mausoleo en la Iglesia de los Santos Apóstoles.

Su reinado tendría un gran impacto en la historia mundial, dando lugar a una nueva era en la historia del Imperio bizantino y de la Iglesia ortodoxa. Fue el último emperador que intentó recuperar los territorios que poseyó el Imperio romano en tiempos de Teodosio I, y con este fin puso en marcha grandes campañas militares. También desarrolló una colosal actividad constructiva, emulando la de los grandes emperadores romanos del pasado.


¿Qué fue el Imperio Bizantino?

El Imperio Bizantino, también conocido como el Imperio Romano de Oriente, fue una división del Imperio Romano que subsistió durante la Edad Media y el Renacimiento, ubicada en las costas orientales del mar Mediterráneo.

Puede definirse como un Estado cristiano multiétnico, de importante influencia cultural, económica y política en el mundo de la época, cuya existencia se debe a la caída y división del Imperio Romano luego del reinado de Teodosio I, tras su muerte en el año 395.

Se distinguió del Imperio Romano de Occidente, que no tardaría en desaparecer, a pesar de sostener valores políticos y religiosos similares que le convirtieron en una barrera contra el avance del Islam hacia Europa. La historia de Bizancio se interpreta a menudo como símbolo del creciente abismo entre las culturas occidentales y orientales de la civilización humana.

El Imperio Bizantino duró desde el año 395 al 1261 d.C. y tuvo como capital a la antigua Bizancio, bautizada primero Nueva Roma y luego Constantinopla, en honor al emperador Constantino I. Hoy se la conoce como Estambul.


Características del Imperio Bizantino


Origen

El origen del Imperio Bizantino se ubica en la decisión del Emperador Diocleciano a finales del siglo III de administrar el Sacro Imperio Romano de manera más eficiente a través de dos partes, cada una gobernada por un emperador augusto, un vice-emperador y un futuro heredero.

Este modelo permaneció vivo hasta la muerte de Diocleciano y produjo luego un conjunto de guerras intestinas a las que puso fin Constantino I, unificando ambas mitades del Imperio y declarando a Bizancio como la nueva capital (“Nueva Roma” se llamó, pero se la conoció popularmente como Constantinopolis, la ciudad de Constantino). En esa época también se asumió el cristianismo como religión oficial del Imperio.

Posteriormente, la muerte de Teodosio I en 395 dividió de nuevo el Imperio, cuando sus dos hijos heredaron cada uno una mitad: Flavio Honorio la mitad occidental, con capital en Roma; y Arcadio la mitad oriental, con capital en Bizancio.

El imperio occidental encontraría su fin en 476. El oriental se extendería por casi setecientos años más.


Territorios

Inicialmente, los territorios del Imperio Bizantino correspondían a los de Grecia, Egipto, Turquía, Rumanía, los Balcanes, Libia, Egipto, Siria, Palestina y Mesopotamia, que eran las provincias romanas orientales. Sin embargo, bajo el reinado del emperador Justiniano I (527-565) el imperio alcanzaría sus máximas fronteras, haciéndose también con Italia, el sur de España y todo el litoral del África mediterránea.

Sin embargo, estas fronteras fueron cambiantes e inestables, y hacia la época de su caída en el siglo XIII, bajo la invasión del Imperio Otomano, los territorios del Imperio Bizantino se limitaban a Grecia y Turquía.


Población

La población del Imperio era variada, y en su época de apogeo alcanzó los 34.000.000 de habitantes, con una densidad promedio de 13,6 habitantes por kilómetro cuadrado. Se estima, no obstante, que en los siglos sucesivos la población disminuyera (debido a las guerras, pestes y la pérdida de territorio) a 18.000.000 (siglo XI) y 3.000.000 (siglo XIII).


Nombre

El término “Imperio Bizantino” jamás fue utilizado por ningún ciudadano del mismo durante sus más de mil años de existencia. Los habitantes del Imperio preferían llamarse a sí mismos “romanos”, empleando para ello el término griego: romioi, equivalente a griegos cristianos con ciudadanía romana.

Por lo tanto, el nombre del Estado fue simplemente Imperio Romano (Basilea romanion), a pesar de ser llamado Imperio Griego por el resto de las naciones occidentales, debido a su preferencia por el idioma griego en lugar del latín.

El nombre “Imperio Bizantino” se acuñaría en el siglo XVI por el estudioso alemán Hieronymus Wolf, y se haría popular mucho después, en el siglo XVIII, gracias a los autores franceses como Montesquieu.


Identidad

Los ciudadanos del Imperio Bizantino se sintieron siempre mucho más griegos, y de hecho adoptaron la tradición helénica y la lengua griega, sin que eso fuera en contra de su sentirse romanos.

Hacia el siglo VII, de hecho, una serie de reformas en ese sentido lo había distinguido bastante del Imperio Romano occidental: el clásico título “augustus” latino fue sustituido por “basileus” (rey, emperador) y la lengua administrativa del imperio pasó a ser el griego oficialmente. Incluso se enorgullecían de sus ancestros helénicos, si bien eran previos al cristianismo, la religión oficial del Imperio.

Este patriotismo, reflejado en sus producciones artísticas y literarias, no impedía sin embargo que el Bizancio fuera el centro de un Estado multiétnico, centro de múltiples rutas comerciales que la hicieron capital del mundo de su época.


Reinado de Justiniano

El apogeo del Imperio Bizantino ocurrió durante el reinado e Justiniano I, en el siglo VI. La victoria frente a los persas en la frontera oriental del Imperio le permitió a Bizancio emprender una campaña de recuperación de los territorios del antiguo Imperio Romano de Occidente que ya había finalizado y se repartía entre diversos reinos bárbaros. Así, el Imperio se adueñó de nuevo de las costas mediterráneas del norte de África, de Italia y del sur de España.

Durante esta época se vivió un esplendor cultural sin parangón, cuyo mejor ejemplo es el templo de Santa Sofía, erigido en Bizancio como símbolo del renacimiento imperial. Sin embargo, los esfuerzos bélicos tuvieron su costo y sumieron al Imperio en un siglo venidero de crisis económica y de peste, fruto de la cual pereció un tercio de la población de Constantinopla.


Edad oscura

Los siglos VI y VII constituyen épocas de crisis para el Imperio Romano de Oriente, asediado en múltiples fronteras por enemigos diversos: los persas retomaron su lucha en el este, los búlgaros y eslavos hicieron lo propio en el norte, y el Islam conquistó en el Medio Oriente los territorios más ricos del Imperio: Siria, Palestina y Egipto.

Los emperadores se sucedieron en el trono sin lograr restablecer la fortaleza imperial, cediendo a las conquistas bárbaras el Tíber y casi toda Italia, e incluso teniendo que defender Constantinopla del asedio de los ávaros y los eslavos en 626.

Por si fuera poco, las guerras intestinas desgarraron el imperio, como la revuelta de los iconoclastas entre 726 y 843, y una serie de transformaciones teológicas que darían como resultado la Iglesia Cristiana Ortodoxa.


Renacimiento macedonio

A este período siguió una recuperación importante del Imperio, regido por una dinastía de reyes macedónicos y caracterizada por el crecimiento de las discrepancias entre el cristianismo oriental y occidental.

El punto más álgido de ello fue la mutua excomunión del Papa Nicolás I y el Patriarca de Constantinopla Focio, en lo que se conoce como el cisma de Focio y que permitió la separación de las iglesias. La ruptura definitiva entre ambas se daría en 1054.


Declive del imperio

El declive del Imperio Bizantino se da a manos de la feudalización de su sociedad, a través de cesiones de tierra a la aristocracia, y la presión de dos nuevos y poderosos enemigos: los reinos cristianos de Europa occidental y los turcos selyúcidas.

Durante esta época se dieron la tercera y cuarta cruzadas, en el marco de las cuales ocurrió el asedio cruzado a Constantinopla de 1204. El Imperio nunca lograría recuperarse de los tres días de pillaje y devastación. Sus fuerzas mermarían para siempre.


Fin del imperio

El Imperio Bizantino dejó de existir en el siglo XV, principalmente bajo asedio de las tropas turcas de Osmán I. La ayuda de las potencias occidentales estuvo condicionada a la reunificación de las iglesias católica y ortodoxa, condición que no aceptaron los orientales. Por eso muchos observaron impasibles mientras los otomanos marchaban sobre Constantinopla. La caída final fue en 1453 luego de dos meses de sitio.


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