AUNQUE LA HISTERIA COLECTIVA SE MANTIENE VIVA EN EL SIGLO VEINTIUNO, SU DIAGNÓSTICO AÚN SUELE RESULTAR MOLESTO.FRENTE A LA CONCLUYENTE EVIDENCIA EN CONTRA, A MENUDO SE LA NIEGA EMOCIONALMENTE AFIRMANDO QUE ES UN FENÓMENO QUE SOLAMENTE LES OCURRE A LOS DEMÁS.
En el siglo veintiuno, hay un nuevo hombre de la bolsa merodeando en el mismo submundo sombrío que alguna vez fuera dominio de espectros y duendes: la histeria colectiva. Olores fantasmales, enfermedades misteriosas y el pánico al terrorismo están minando la ciencia y costándole — en pérdidas de productividad y salarios— millones de dólares a las empresas y a los trabajadores. Conocida por el término enfermedad psicogénica de masas —más formal (y políticamente correcto)— la histeria colectiva se refiere a la rápida expansión de síntomas y signos de enfermedades sin base biológica alguna.
Constituye un problema serio no reconocido que crea una carga financiera en los servicios de emergencias, agencias gubernamentales y las escuelas o lugares de trabajo afectados (que muchas veces deben permanecer cerrados durante días o semanas). Mientras tanto, los contribuyentes deben sobrellevar el peso mientras los funcionarios de Salud Pública y Medioambiente hacen sus investigaciones. El miedo y la incertidumbre a menudo llevan a otros trastornos de ansiedad y problemas de salud relativos al estrés. Existen muchos ejemplos recientes.
Robert Bartholomew es autor de Hoaxes, Myths and Manias: Why We Need Critical Thinking, escrito junto con Benjamin Radford.
Benjamin Radford es Director de Publicaciones del CFI y graduado en psicología. Es Editor Jefe de las revistas Skeptical Inquirer y Pensar.
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