Desde que hace dos años la sonda Cassini tomara las primeras fotografías de Saturno que revelaron algunos de los secretos del planeta anillado, los datos obtenidos por la misión espacial Cassini están aportando indicios sobre la formación del sistema solar. Por Bill Douthitt
La lluvia cae una vez cada mil años, en torrentes de metano líquido. El aire nocivo amortigua la luz solar en un eterno crepúsculo de color naranja. El frío (179 grados bajo cero) es un arma mortífera. Y en el cielo neblinoso se cierne el planeta Saturno, con sus anillos. Aun así Titán, la desmesurada luna de Saturno, es un mundo misteriosamente similar al nuestro. «Titán es un mundo Peter Pan –dice Tobias Owen, del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawai–. Tiene todos los materiales y elementos para ser un planeta como la Tierra, pero nunca ha tenido ocasión de hacerse mayor.» La atmósfera es una densa niebla de hidrocarburos. Los infrecuentes diluvios de metano forman ríos repentinos que abren profundos canales en las colinas y fluyen hacia una vasta llanura arenosa. Como la Tierra, Titán puede tener actividad geológica y una versión más lenta y gélida de volcanismo, con erupciones que escupen una mezcla semifundida de agua y amoníaco, parecida a la lava. Lo más fascinante de todo es que su brisa arrastra una rica mezcla de moléculas orgánicas. Los planetólogos están habituados a imaginar este satélite. Ahora lo han visitado. Desde hace dos años y medio, una sonda llamada Cassini se codea con las lunas y los anillos de Saturno y observa al planeta gigante. Al poco de llegar, la Cassini lanzó una segunda sonda, más pequeña, llamada Huygens, que se posó sobre la superficie de Titán. La cita con Titán fue el punto culminante de lo que ha resultado ser un viaje de retroceso en el tiempo.
La lluvia cae una vez cada mil años, en torrentes de metano líquido. El aire nocivo amortigua la luz solar en un eterno crepúsculo de color naranja. El frío (179 grados bajo cero) es un arma mortífera. Y en el cielo neblinoso se cierne el planeta Saturno, con sus anillos. Aun así Titán, la desmesurada luna de Saturno, es un mundo misteriosamente similar al nuestro. «Titán es un mundo Peter Pan –dice Tobias Owen, del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawai–. Tiene todos los materiales y elementos para ser un planeta como la Tierra, pero nunca ha tenido ocasión de hacerse mayor.» La atmósfera es una densa niebla de hidrocarburos. Los infrecuentes diluvios de metano forman ríos repentinos que abren profundos canales en las colinas y fluyen hacia una vasta llanura arenosa. Como la Tierra, Titán puede tener actividad geológica y una versión más lenta y gélida de volcanismo, con erupciones que escupen una mezcla semifundida de agua y amoníaco, parecida a la lava. Lo más fascinante de todo es que su brisa arrastra una rica mezcla de moléculas orgánicas. Los planetólogos están habituados a imaginar este satélite. Ahora lo han visitado. Desde hace dos años y medio, una sonda llamada Cassini se codea con las lunas y los anillos de Saturno y observa al planeta gigante. Al poco de llegar, la Cassini lanzó una segunda sonda, más pequeña, llamada Huygens, que se posó sobre la superficie de Titán. La cita con Titán fue el punto culminante de lo que ha resultado ser un viaje de retroceso en el tiempo.
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