POTOSI


Pese al protagonismo que tuvo el oro en la exploración y conquista del Nuevo Mundo, para los españoles el auténtico tesoro de las Indias era la plata. Se estima que entre 1500 y 1650 llegaron al puerto de Sevilla más de 16.000 toneladas de plata americana. Casi la mitad procedía de un remoto cerro andino, situado a más de 4.000 metros de altitud, que los indígenas conocían como Potocchi. A sus pies, en un páramo desierto, ventoso y frío, se levantó una ciudad que habría de convertirse en toda una leyenda.
La búsqueda compulsiva de metales preciosos en tierras americanas comenzó mucho antes de que la corona española se diera cuenta de la verdadera importancia y magnitud del descubrimiento de Cristóbal Colón. Los adornos de oro, plata y piedras preciosas que lucían los nativos y la temprana explotación de los placeres –sedimentos aluviales ricos en oro de las Antillas– contribuyeron a crear el espejismo de unas Indias pródigas, cuyas entrañas atesoraban infinitas riquezas. En este contexto, la conquista de los imperios azteca e inca no hizo sino confirmar y disparar todas las expectativas previas. Salvo excepciones, durante las primeras etapas de la conquista española la mayor parte de los tesoros americanos que llegaron a la Península procedían del botín arrebatado a los vencidos, acumulado a lo largo de siglos en forma de ajuares, joyas, ornamentos y objetos de culto. El famoso tesoro del inca Atahualpa, por ejemplo, supuso un total de 2.475.302 pesos de oro. De su contenido, el historiador y cosmógrafo sevillano Pedro Medina escribía: «Ha venido nao con pastas de oro redondas de a cuatro palmos de longura, y con más de cien vasijas de oro [...]». Con el tiempo se hallaron diferentes menas auríferas en Mesoamérica, Colombia, Venezuela, Perú, Argentina y Chile. No obstante, el descubrimiento del cerro de Potosí, en Bolivia, y de las minas mexicanas de Zacatecas, Guanajuato y Pachuca significó la entrada en escena de la plata, el metal que iba a vertebrar y regir en el futuro la vida económica de las incipientes colonias y de la propia metrópolis hispana. Cuentan las leyendas que Huayna Cápac, uno de los últimos soberanos incas, supo de las riquezas que encerraba el llamado Sumac Orco, o Cerro Hermoso, e intentó extraerlas, pero al comenzar a excavar se oyó un gran estruendo o potocchi, que en quechua podría significar «el que estalla». Según otras versiones, una voz imponente advirtió que «la plata de aquel cerro era para otros dueños». En realidad, se desconoce elsignificado exacto de la palabra Potocchi, aunque el trasfondo mítico parece indicar que su existencia era conocida desde antiguo y pudo haber sido un importante centro religioso.


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