
Un equipo de espeleólogos batió el récord de profundidad en la cueva Krubera, cerca del mar Negro. Otro equipo descendió aún más y alcanzó el ansiado «suelo del mundo». Por Alexander Klimchouk; Fotografías de Stephen L. Alvarez
Cuando Sergio García-Dils de la Vega se despidió de su novia, Pilar Orche, a la entrada de la cueva Krubera, le prometió volver al día siguiente. Pero tras la contusión sufrida por su compañero Bernard Tourte al deslizarse por un estrecho pasaje, Gacía-Dils decidió quedarse con él en un campamento subterráneo en vez de subir a la superficie antes de proseguir el descenso. Pasaron dos semanas antes de que Pilar volviera a verlo. Pero nuestra expedición, con más de cinco toneladas de material y suministros, iba preparada para un largo asedio. Desde que en 1956 unos exploradores descendieron más de 1.000 metros en Francia, generaciones de espeleólogos habían soñado con superar la marca de los 2.000 metros. ¿Lo conseguiríamos en Krubera? Abriéndose paso a través del macizo calcáreo de Arabika, al borde del mar Negro, la «senda» de la cueva Krubera desciende por una sucesión de simas, cascadas y pozos (algunos de más de 100 metros de profundidad), conectados por estrechas grietas llamadas meandros. La cueva, ubicada en la República Autónoma de Abjasia, debe su nombre al geólogo ruso Alexander Kruber. En 1960, investigadores de Georgia la exploraron hasta una profundidad de 90 metros. Veinte años después organicé una serie de expediciones para investigar nuevas cuevas profundas y determinar la posible profundidad del macizo de Arabika, utilizando el método de colorear las corrientes de agua del sistema subterráneo.
Cuando Sergio García-Dils de la Vega se despidió de su novia, Pilar Orche, a la entrada de la cueva Krubera, le prometió volver al día siguiente. Pero tras la contusión sufrida por su compañero Bernard Tourte al deslizarse por un estrecho pasaje, Gacía-Dils decidió quedarse con él en un campamento subterráneo en vez de subir a la superficie antes de proseguir el descenso. Pasaron dos semanas antes de que Pilar volviera a verlo. Pero nuestra expedición, con más de cinco toneladas de material y suministros, iba preparada para un largo asedio. Desde que en 1956 unos exploradores descendieron más de 1.000 metros en Francia, generaciones de espeleólogos habían soñado con superar la marca de los 2.000 metros. ¿Lo conseguiríamos en Krubera? Abriéndose paso a través del macizo calcáreo de Arabika, al borde del mar Negro, la «senda» de la cueva Krubera desciende por una sucesión de simas, cascadas y pozos (algunos de más de 100 metros de profundidad), conectados por estrechas grietas llamadas meandros. La cueva, ubicada en la República Autónoma de Abjasia, debe su nombre al geólogo ruso Alexander Kruber. En 1960, investigadores de Georgia la exploraron hasta una profundidad de 90 metros. Veinte años después organicé una serie de expediciones para investigar nuevas cuevas profundas y determinar la posible profundidad del macizo de Arabika, utilizando el método de colorear las corrientes de agua del sistema subterráneo.
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