El registro fósil revela que la evolución dotó a algunas especies de dinosaurios de extrañas adaptaciones, como crestas tubulares, grandes garras con forma de hoz y dentaduras descomunales. Los paleontólogos estudian la posible utilidad de tales características. Por John Updike; fotografías de Ira Block; Ilustraciones de Pixeldust Studios y Renegade 9; Texto de las ilustraciones por Peter Gwin
Antes del siglo XIX, siempre que aparecían huesos de dinosaurios la gente los tomaba por restos de dragones,ogros o gigantescas víctimas del diluvio universal. Tras dos siglos de cosecha paleontológica, las pruebas parecen más extrañas que cualquier leyenda, y con el tiempo se vuelven más extrañas aún. Todos los años salen a la luz decenas de especies nuevas; en los últimos tiempos, China y Argentina se han convertido en puntos calientes de hallazgos asombrosos. Observando los extraños especímenes descubiertos recientemente, es imposible no preguntarse en qué estaría pensando la naturaleza. ¿Qué ventaja podía proporcionarle a Deinocheirus, por ejemplo, esos desgarbados brazos de dos metros de largo o esas aparatosas triples garras? O, hablando de brazos, ¿en qué beneficiaría a Mononykus su engreída dependencia de un único dedo armado de una robusta uña en el extremo de cada uno de sus raquíticos antebrazos? Las suposiciones pueden ser engañosas. En el caso de este último dinosaurio, una sola uña fuerte y resistente podía ser justo lo necesario para hurgar en busca de insectos.
Antes del siglo XIX, siempre que aparecían huesos de dinosaurios la gente los tomaba por restos de dragones,ogros o gigantescas víctimas del diluvio universal. Tras dos siglos de cosecha paleontológica, las pruebas parecen más extrañas que cualquier leyenda, y con el tiempo se vuelven más extrañas aún. Todos los años salen a la luz decenas de especies nuevas; en los últimos tiempos, China y Argentina se han convertido en puntos calientes de hallazgos asombrosos. Observando los extraños especímenes descubiertos recientemente, es imposible no preguntarse en qué estaría pensando la naturaleza. ¿Qué ventaja podía proporcionarle a Deinocheirus, por ejemplo, esos desgarbados brazos de dos metros de largo o esas aparatosas triples garras? O, hablando de brazos, ¿en qué beneficiaría a Mononykus su engreída dependencia de un único dedo armado de una robusta uña en el extremo de cada uno de sus raquíticos antebrazos? Las suposiciones pueden ser engañosas. En el caso de este último dinosaurio, una sola uña fuerte y resistente podía ser justo lo necesario para hurgar en busca de insectos.
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