LOS ROMANOS


Gracias a los textos de los poetas satíricos como Marcial y Juvenal, a los restos de las pinturas conservadas en Pompeya y a otro tipo de fuentes arqueológicas y escritas conocemos de forma bastante veraz la manera de vivir de los romanos y las romanas durante la época republicana y el Imperio. Podemos conocer cuál sería el papel del trabajo en la sociedad, como desarrollaban su labor los agricultores, los mineros, los artesanos, los comerciantes o los financieros, cuál era el coste de la vida, cómo estaba constituida la familia, el papel de las mujeres en la sociedad, el sistema educativo, sus diversiones o la regulación de la prostitución. Así mismo se conocen de manera bastante fidedigna como eran sus ciudades y sus casas, la filosofía, el derecho, la religión, el arte o la ciencia. De esta manera nos acercarnos a una forma diferente de conocer la historia de Roma, sin dejar de lado los asuntos políticos y económicos.


EL TRABAJO Y LA SOCIEDAD
Como ocurre en los sistemas basados en las desigualdades sociales, no existió un desarrollo económico similar en todas las provincias que formaban el Imperio Romano. En la capital encontramos más de 300.000 personas que vivían de la beneficencia estatal en los últimos años de la República y aunque diferentes políticos intentaron reducir el número por diversos métodos -fundación de colonias o distribución de tierras- el número de plebs frumentaria nunca descendió de 200.000. De todas los territorios que constituían el Imperio será Italia quien tenga una situación de absoluto privilegio. La agricultura se especializó gracias a la llegada masiva de grano procedente de Africa, Hispania o Egipto. De las tierras conquistadas también llegarán un amplio número de esclavos que paulatinamente irán ocupando los puestos de trabajo de los campesinos libres, creando un sistema esclavista. Las economías de las diferentes provincias dependerán de la situación momentánea con respecto a la metrópoli. La valoración social del trabajo ha ido cambiando con el paso del tiempo. Inicialmente los textos ensalza al ciudadano campesino debido a que la fuente de riqueza más importante es la tierra, que está repartida entre los pequeños propietarios. Pero la situación varía a partir del siglo III a.C. cuando la mano de obra esclava empiece a sustituir a los campesinos libres. El trabajo rural ya no gozará de tantas simpatías aunque siempre sea de mayor prestigio que el comercio o la artesanía. No en balde, los senadores tendrán prohibido dedicarse a actividades comerciales. Paulatinamente, el trabajo sería considerado como algo negativo, al tratarse de una actividad realizada por esclavos.
EL TRABAJO AGRICOLA
El sector agrario será el más importante en la economía romana. Aunque no se realizó ningún avance técnico de consideración con respecto a épocas precedentes, nos encontramos con un importante desarrollo del regadío, de los injertos o de la cría de animales para la ganadería. Los instrumentos básicos de trabajo serían las azadas, las palas, un rudimentario arado, los rastrillos, etc., distinguiéndose entre pequeñas y grandes explotaciones. Las explotaciones pequeñas adquieren un mayor auge en el momento de la conquista de Italia, cuando la mayoría de la ciudadanía se dedica a la agricultura. Los territorios arrebatados a los pueblos vencidos son repartidos entre los ciudadanos romanos, estableciéndose nuevas colonias. Este sistema también se pondrá en práctica en las provincias. Los pueblos que no se rebelaban y se asimilaban pacíficamente conservaban sus tierras. De estos pequeños espacios agrícolas, los campesinos obtenían los alimentos necesarios para la subsistencia familiar y para pagar los impuestos. La competencia ante las grandes explotaciones motivó una ingente oleada migratoria de campesinos hacia Roma, aumentándose el número de gentes que vivían de la beneficencia estatal. Los que resistieron sólo pudieron contar con la mano de obra personal y la de su familia, que cuando era escasa no dejaba otra solución que la emigración o el alistamiento en el ejército. Las grandes explotaciones agrarias no deben ser confundidas con latifundios. El propietario nunca trabajaba en la explotación sino que eran los jornaleros, esclavos o incluso colonos los que realizaban las labores agrícolas. Muchas de ellas se dedicaban en exclusiva a la ganadería. La concentración de espacios agrícolas en pocas manos no dejó de ser, en ocasiones, motivo de preocupación para algunos emperadores. El trabajo estaba supervisado por un capataz, contando para cada actividad con personal cualificado. La mayoría de la mano de obra es de procedencia esclava, desempeñado labores de cierta especialización en algunas ocasiones. La producción se guardaba en silos y se transformaba en "industrias" de la propia explotación como molinos o prensas de vino y aceite. El olivo y la vid serán los productos más cultivados en Italia, aunque no se dejó de lado el cereal que procedía en su mayoría de las provincias de Hispania, Egipto y Africa. El desarrollo agrícola permitirá el aumento del sector servicios y de la ingente masa de desarrapados que habitaba en las ciudades a la que había que alimentar y divertir; de ahí la famosa frase de "panen et circus".


Los romanos asimilaron rápidamente los avances técnicos realizados por griegos y egipcios en la minería. Las minas eran explotadas a cielo abierto y en pozos o galerías como se puede comprobar en España, con los distritos mineros de Las Omañas, Las Médulas, Cástulo o La Valduerna. Una de las técnicas más empleadas era el derrumbe de montañas, procediendo después al lavado de mineral con agua, en ocasiones procedente de 40 kilómetros. De los diferentes distritos mineros salía el metal puro fundido, por lo que se realizaban in-situ todas las operaciones, lo que conllevaba la participación de un amplio número de trabajadores. No en balde, sabemos que en las minas de Cartagena llegaron a trabajar unas 40.000 personas. Como es lógico pensar, el trabajo en la mina era tremendamente duro. La mayoría de los mineros eran esclavos o trabajadores dependientes e incluso libres que trabajaban por el beneficio obtenido o como una forma de liberación de impuestos. Las tropas acantonadas en las cercanías de las minas, además de proporcionar seguridad a la explotación, servían para realizar tareas de asesoramiento técnico y construcción de infraestructuras. Este tipo de tareas eran dirigidas por los procuradores imperiales que también tenían a su cargo la administración y la vigilancia de la explotación. La gestión de las minas dependió del momento. En un principio, el Estado tenía bajo su control la explotación pero desde los primeros años del siglo II a.C. se utilizó un sistema mixto: arrendamiento para todos los metales excepto las minas de oro que dependían directamente del Estado (las de plata en algunas ocasiones también eran de propiedad estatal). Los servicios que rodean a las minas -baños, zapatería, ferretería, etc.- eran ofrecidos por el Estado en régimen de alquiler.


El trabajo artesanal solía realizarse en talleres, algunos llegaban a reunir hasta 70 trabajadores. No debemos olvidar que también se realizaban trabajos domésticos como la panadería, confección, etc. elaborados en su mayoría por los esclavos en las grandes casas señoriales, alcanzando algunas a ser autosuficientes. Normalmente existían dos tipos de talleres: los destinados al consumo local que producían objetos menos elaborados y más baratos y los destinados a la exportación que servían productos sofisticados y a precios elevados. Algunas ciudades solían especializarse en productos concretos, alcanzando fama la cerámica de Arezzo o los bronces de Mantua. Los talleres solían ser propiedad de hombres libres mientras que la mano de obra era en su mayoría esclava. Tejidos, vidrio, calzados, monedas, carámica,... todo tipo de productos podía encontrarse en la mayoría de las ciudades del Imperio, ciudades que debían su urbanismo y la edificación a un amplio número de artesanos que demostraron su buenas maneras. El trabajo en la construcción solía ser realizado por hombres libres aunque también encontramos esclavos y asalariados. La mayoría de los artesanos se unían en "collegia" para la defensa de sus intereses, germen de los gremios medievales.


Buena parte de la actividad comercial era realizada por los mismos productores. Los excedentes agrarios eran llevados a la ciudad por el campesino que adquiría -o cambiaba- en los talleres los productos necesarios. El propio Estado era el encargado de llevar a los campamentos militares todo lo necesario para su manutención. Pero a pesar de estas limitaciones ya existía la figura del intermediario, dedicándose a las actividades comerciales un buen puñado de romanos e itálicos. El comercio se realizaba preferentemente por vía marítima -más rápido y más barato- siendo hombres libres los propietarios de los barcos, habitualmente organizados en sociedades mercantiles. Para evitar desplazamientos continuos, el armador solía delegar cierta responsabilidad en un esclavo de su confianza que representaba jurídicamente al comerciante. Los grandes emporios comerciales del Imperio eran las principales ciudades - Roma, Alejandría, Marsella, Antioquía- y en ellas podíamos encontrar expertos de diferentes orígenes -judíos, hispanos, sirios-. La manera de conseguir una fortuna con mayor facilidad era dedicarse al comercio.


El elevado coste de las empresas militares llevó a la República a solicitar ayuda a la iniciativa privada. Serán los publicanos quienes presten la ayuda necesaria al Estado en estos momentos de necesidad. Estos publicanos eran una institución de origen helenístico que tenían arrendado un servicio comunitario (publicum) que podía tratarse desde la adjudicación de contratas de obras públicas al cobro de algún impuesto. En unos momentos de expansión como vive Roma durante los siglos III y II a.C. las regiones y provincias que eran conquistadas debían pagar un impuesto que una vez delimitada su cuantía, se sacaba a pública subasta. El Estado cobraba de manera anticipada la cantidad estipulada y los adjudicatarios tenían que recaudar directamente los tributos. En numerosas ocasiones existían asociaciones de publicanos para pujar por el arrendamiento fiscal de un lugar determinado. Esas sociedades tenían sus estatutos y estaban dirigidas por un magister que tenía su residencia en Roma, donde trataba directamente con los funcionarios públicos. De esta manera el Estado contaba por adelantado con el dinero durante un período de cinco años y se ahorraba un buen pellizco en sueldos. El riesgo que corrían los publicanos era muy alto por lo que el Estado protegía con mimo a estos suministradores de dinero. Sin embargo, cuando el negocio resultaba fructífero, los beneficios eran tremendamente elevados. Este sistema de recaudación fiscal plantea numerosos defectos siendo las corrupción el más corriente. No olvidemos que los publicanos tenían la protección de los magistrados, quienes debían proteger incluso militarmente a los recaudadores si fuera necesario. El Senado no podía permitir que sus sostenes materiales dejaran de percibir beneficios. En la provincia de Asia los publicanos se embolsaban unos diez millones de denarios al año por los peajes de mercancías, la misma cantidad que recibía el Estado. En numerosas ocasiones los propios publicanos prestaban el dinero necesario a los contribuyentes insolventes, recibiendo un elevado interés por el crédito. En otras ocasiones cobraban varias veces el tributo o exigían diez veces la cantidad prevista. La usura alcanzaba límites insospechados -a veces hasta del 4 % mensual- por lo que Sila tuvo que establecer un tope del 12 % de interés anual. Estas corruptelas contaban en buen medida con el apoyo de algún magistrado. Sin embargo, conocemos más de un proceso por corrupción como el de Verres, Sereno o Bebio Massa, siendo las penas muy leves en relación con los hechos imputados. Será en época imperial cuando las quejas de las provincias surjan efecto, estableciéndose un cierto control estatal. Se recuperará la figura del publicano como figura aislada, huyendo de grandes sociedades, con el fin de evitar la consolidación de potentes fortunas que se conviertan en ámbitos de poder. Los procuradores controlaban la gestión de estos recaudadores lo que benefició a los contribuyentes. En la crisis del siglo III será el Estado quien recaude directamente los impuestos. Nadie quiere arrendar el cobro de tributos, ya que no hay de donde recaudar, ni participar del transporte de tropas o víveres al asegurar con su propio dinero lo transportado. Paradójicamente, la actividad que mayores fortunas creó en época republicana en los últimos momentos del Imperio no era desempeñada por nadie.


Una política tan agitada como fue la romana, forzosamente tuvo que dar origen a grandes oradores públicos que pudieron hacer sus primeras armas en el Senado y en el foro. Catón, Escipión el Africano, y los Gracos alcanzaron fama en la época anterior al nacimiento de Cristo, pero ninguno de ellos tuvo el renombre de Marco Tulio Cicerón (107-43), escritor, soldado, político y orador, una de las figuras más preclaras de la Roma anterior al Imperio. Había nacido el año 107 a. J. C., y mientras ejerció el cargo de cónsul atacó duramente a Catilina, que pretendía rebelarse, en sus famosas Catilinarias. Del mismo modo fustigó a Marco Antonio en sus Filípicas, ya que Cicerón era enemigo del triunviro Marco Antonio.
Entre sus escritos didácticos destacan De la vejez, La República y numerosas epístolas. En el Siglo de Oro de la literatura latina aparecieron notables historiadores, como Julio César, que relató la Guerra de las Galias de la que fue protagonista y que no siempre transcribió con imparcialidad. En el siglo anterior a nuestra Era, Tito Livio (58-17 a.C.) escribió una Historia de Roma que consta de 142 libros, de estilo muy depurado y más imparcial que las obras de César.
A partir del siglo i de nuestra Era se inicia la decadencia romana, pero aún surgen figuras extraordinarias, entre las cuales no es posible olvidar a un español, el cordobés Séneca (4-65) que había sido maestro de Nerón y a quien éste obligó a cortarse las venas el año 65. Fue un filósofo estoico y un hombre recto y noble. Escribió De la ira y Epístolas a Lucilio.
Fruto de la época fue la aparición de numerosos escritores satíricos, entre los cuales los más conocidos quizá sean el español Marcial (40-102), autor de Epigramas, y el romano Juvenal (54-138).
Otro español notable fue Quintiliano (35-95), considerado como uno de los primeros escritores de Pedagogía y autor de uno de los primeros libros de Educación: Instituciones Oratorias.
Tácito y Suetonio fueron importantes historiadores, mientras los dos Plinios, Columela y Pomponio Mela, se dedicaron a la literatura didáctica.
En todos los pueblos la novela es el último género que suele aparecer, mientras que el primero es casi siempre la poesía épica. Lo mismo ocurrió en Roma. En tiempo de Nerón, Petronio escribió una narración cuyo título es El satiricón, de la que sólo se conservan algunos fragmentos. Más divulgada es la novela El asno de oro, de Apuleyo. En ella se relata la aventura de Lucio, convertido en asno al querer imitar a una bruja que por arte de encantamiento se transformó en pájaro. Es una obra satírica.


EL DERECHO ROMANO: Si de Grecia hemos heredado la idea de armonía, el sentido de la belleza expresada en su arte, en sus leyendas, en su literatura, y al mismo tiempo una concepción de la vida y el mundo reflejadas en los conceptos de democracia, libertad y en su pensamiento filosófico, Roma es la organización, el sentido político, la administración casi perfecta, el derecho, el idioma y la estructura total del Estado que, fundido con la idea del Cristianismo, tenía que perdurar hasta nuestros días.
Roma fue un pueblo ordenador. Prueba de ello es que supo mantener durante siglos bajo un mando único a pueblos muy dispares y distanciados. Una gran parte de esta prodigiosa organización se debe al Derecho Romano.
Ya hemos citado la compilación llamada "Ley de las Doce Tablas", refundición del derecho consuetudinario. Más tarde apareció en la sociedad la clase llamada «juris prudentes» o letrados, hombres entendidos en leyes.
Los distintos gobernantes promulgaron leyes adecuadas a cada circunstancia. Así, por la Ley Valeria, por ejemplo, Sila consiguió legalmente hacerse con el poder. César fue un gran legislador, pues reorganizó la vida municipal y financiera, dictó leyes contra el lujo excesivo y reformó los presupuestos. En una de sus leyes daba premios al matrimonio que tuviera mayor número de hijos.
El jurisconsulto Juliano publicó el Edicto Perpetuo, que fue una codificación del Derecho Civil. En los últimos siglos del Imperio se promulgaron numerosas leyes y el Derecho adquirió una importancia extraordinaria. Los principales jurisconsultos establecieron que todo el poder radicaba en el Emperador. En parte fueron dulcificadas las leyes republicanas que daban una autoridad demasiado grande a los «pater familiae», y el trato con los esclavos resulté también mejorado. Grandes hombres de leyes fueron Papiniano y sus discípulos Ulpiano, autor de Disputationes y de Instituciones, y Julio Paulo. En la época de Diocleciano se publicó el Código Gregoriano y el Hermogeniano.
Se comprende que esta intensa tradición legal fuese continuada por Justiniano, soberano del Imperio Romano de Oriente.
La influencia del Derecho de Roma en todos los códigos del mundo y en las ordenaciones legales es tan intensa que incluso en nuestros días todas as legislaciones de países civilizados se basan, en sus líneas fundamentales, en las leyes romanas.
Aunque las leyes tendían a asegurar el poder militar y la autoridad absoluta del Estado, se tenía t la familia en muy alta estima; en ella no existía más autoridad que la del padre, «pater». A él debían sujetarse los demás miembros: esposa, hijos, clientes, etc. Poco a poco, la autoridad de la madre fue igualando a la que poseía el padre, y exponente de ello son las palabras simbólicas que dirigía la recién casada al marido, en el instante de penetrar con él en el atrio: «donde tú eres el amo, yo soy el ama». En el hogar, la mujer se dedicaba a labores propias de su sexo, a manejar la rueca y el huso, pero no tenía que entregarse a trabajos rudos; cuidaba además del fuego sagrado mantenido ante los dioses lares y, en ciertos cultos, era sacerdotisa exclusiva (Bona Dea, Vesta).
La unión entre los esposos era indisoluble y la poligamia no estaba permitida; la castidad era muy estimada, y la filiación, el ideal de su vida, hasta tal punto que el que no tenía hijos podía adoptar los ajenos. El culto de los dioses protectores y de los dioses lares se hallaba tan grabado en las costumbres, que los esposos acostumbraban a dirimir sus contiendas ante la diosa protectora de los cónyuges.
El derecho romano: El derecho romano comprende las normas establecidas para regular la vida social: las relaciones familiares, comerciales, laborales, privadas o públicas.
El sujeto del derecho romano era el ciudadano. En Roma había dos tipos de ciudadanía, la completo (la gozaban los ciudadanos romanos que tenían plenos derechos políticos y civiles> y la incompleta (correspondía a los ciudadanos habitantes de las provincias, que tenían solamente derechos civiles, como casarse, tener propiedades y celebrar contratos comerciales>.
te sólo existía el derecho consuetudinario’ o no escrito, regido por las costumbres y controlado por pontífices. La importancia de la Ley de las 12 Tablas radico en el hecho de consagrar las normas escritas, que se hicieron de este modo públicas y conocidas por todos. A partir de aquí se sumaron con el correr del tiempo otras leyes, decretos del Senado, de las Asambleas, etcétera.
Durante la época republicana tuvo mucha importancia la actividad realizada por los pretores, magistrados anuales encargados de la administración de ¡justicia. Al asumir su cargo, dictaban un conjunto de leyes o “edictos” por los cuales se iban a regir, o confirmaban los de sus antecesores. Las normas dictadas por el pretor urbano dieron origen al “derecho civil”. Es decir, al que se ocupaba de regular las relaciones entre los ciudadanos romanos. Las normas dictadas por el pretor peregrino dieron origen al llamado “derecho de gentes”, que regulaba las relaciones de los habitantes de las provincias del imperio (ciudadanos incompletos).
En la época imperial, el “derecho” continuó con su desarrollo. Las resoluciones del emperador se transformaban en fuente de derecho. En el año 121 Adriano ordenó la recopilación de todas las leyes vigentes en un Edicto Perpetuo. A partir de aquí no era necesario renovar todos los años las normas legales. Con este documento también se eliminaron las contradicciones existentes entre los edictos de los pretores, que se habían acumulado. En el siglo III se suprimió la distinción entre el derecho civil y el derecho de gentes, cuando el emperador Caracalla otorgó la ciudadanía romana a todos los habitantes del imperio. Mediante nuevas recopilaciones posteriores se complementó la tarea realizada. Fuente Consultada: La Consultora Tomo 7


Roma se distinguió de las demás ciudades latinas por su religión al favorecer ésta la instauración del Estado. Las acciones del Estado estarían vinculadas a los actos de Júpiter, el dios principal del Panteón romano. Podemos manifestar que se reivindica la necesidad de implantar en el mundo la voluntad de esa divinidad, que defiende la justicia, el derecho, etc. De esta manera, Júpiter se convierte en el juez de los conflictos ciudadanos entre los latinos, garantizando los pactos que las ciudades realizaran. Todas las ciudades latinas honrarán al dios en el templo de Monte Albano hasta el momento en que Roma convierta a Júpiter en su principal divinidad y traslade el culto al Capitolio, convirtiéndolo en Optimo y Máximo. Los romanos consideraban que todo podía ocurrir con tal que los dioses lo desearan. Ven el cosmos como algo dinámico, pero en equilibrio, expresado a través del pacto entre los seres humanos y los dioses ya que para ellos cada objeto o fenómeno tenía su propia alma. En virtud de ese pacto cualquier cosa puede ser elegida para establecer la presencia divina, requiriendo el beneplácito previo de Júpiter. Para ello, existen adivinos que tienen el objetivo de descubrir la voluntad de los dioses: son los sacerdotes -leen en los oráculos de origen griego-, los arúspices -leen en las vísceras de las víctimas sacrificadas- y los augures -interpretan la voluntad de Júpiter directamente-. En Roma la religión estaba muy vinculada al Derecho al ser necesario distinguir entre lo ilícito de lo lícito. Esta función religioso-judicial la realizaban los pontífices quienes formaban un colegio sacerdotal que estaba dirigido por el pontífice máximo. Ese cargo de pontífice máximo podía ser ocupado por cualquier miembro de la clase política romana, siendo habitual que estuviera en manos del emperador. En el colegio pontificial también se integraban los flamines -sacerdotes dedicados al culto particular de un dios-, las vestales - sacerdotisas de Vesta- y el rex sacrorum -quien desempeñaba las funciones sacras anteriormente reservadas a los reyes-. Dentro del panteón romano encontramos cuatro agrupaciones que tenían la función de representar al Estado: la triada Júpiter-Marte-Quirino, la triada capitolina constituida por Júpiter, Juno y Minerva; y los doce dioses principales: Vesta -diosa del fuego del hogar-, Juno -diosa del matrimonio y del hogar, hermana y esposa de Júpiter-, Minerva -diosa de la inteligencia, de la sabiduría y de las artes-, Ceres -diosa de la agricultura-, Diana -diosa de las doncellas, de los bosques y de la caza-, Venus -diosa de la belleza y del amor, esposa de Vulcano y amante de Marte-, Marte -dios de la guerra-, Mercurio -dios del comercio, de la elocuencia y de los ladrones, mensajero de los dioses-, Júpiter -dios supremo-, Neptuno -dios del mar-, Vulcano -dios de los infiernos, del fuego, del metal y de la fragua- y Apolo -dios de los oráculos, de la juventud, de la belleza, de la poesía, de la música y de las artes-. La triada Ceres-Libero-Libera representaba a los plebeyos. Con el fin de festejar a todos los dioses en los templos y los lugares sacros, los romanos establecieron un calendario, originalmente ligado a la agricultura. El mes se dividía en dos fases, siguiendo el esquema del calendario lunar. Cada mes estaba dedicado a una divinidad, existiendo días festivos propios para cada dios. Los meses de febrero y diciembre correspondían a los inicios del año por lo que se celebraban las llamadas fiestas caóticas. También se consideró que el 21 de abril era otro comienzo de año para festejar el nacimiento de Roma. Junto al culto público, los romanos presentaban un culto privado, más personal e íntimista. El pater familias era el responsable de los ritos dirigidos a las divinidades domésticas: los lares y los penates. Además, cada individuo rendía culto a su genio personal. Las ideas de ultratumba apenas influían en el conjunto de la religión ya que bastaba con que el difunto fuera enterrado con las debidas honras fúnebres. El cadáver se transformaba en sombra y pasaba a formar parte del reino de los manes, los dioses de la muerte. Este concepto sufrirá una profunda transformación cuando en el Imperio Romano entre con fuerza el cristianismo.


Desde la originaria colina del Palatino, Roma se amplía en la época de los reyes y Servio Tulio rodeó con una muralla las siete colinas que constituían la ciudad, quedando en el centro el Foro Romano. La invasión de los galos del año 391 a.C. provocó el incendio de la ciudad por lo que se procedió a la reconstrucción, conservando su irregular trazado y su perímetro amurallado. Ahora ocupa 426 hectáreas pero presenta por primera vez problemas de vivienda por lo que se distribuyó entre los indigentes la colina del Aventino. En el año 174 a.C. se considera que Roma "es una ciudad fea, con edificios públicos y privados de mezquino aspecto" según los cortesanos de Filipo de Macedonia. Las casas estaban construidas al azar mientras que las irregularidades del terreno habían motivado que las calles fueran serpenteantes y empinadas, con vías estrechas y tortuosas. La mayoría de ellas carecían de aceras y su anchura no pasaba de los cinco metros. También se encontraban pasadizos de dos o tres metros de anchura casi intransitables que formaban la red viaria de los barrios populosos como el Argilentum -morada de libreros o zapateros-. Las casas estaban construidas en madera y adobe, siendo de diversas alturas, existiendo en el siglo II a.C. casas de más de tres pisos. No había agua corriente en los domicilios, excepto algunos privilegiados. Los acueductos llevaban el agua a las fuentes públicas y los baños. Ningún ciudadano o extranjero podía moverse a caballo o en carro en la ciudad, excepto para el transporte de materiales o mercancías. Las ventanas de las casas no tenían cristales, cerrándose con postigos de madera o rejas de piedra o terracota. Las estufas escaseaban pero había braseros o chimeneas encendidas para calentarse puntualmente. Los muebles no eran muchos en las casas: lechos para dormir o comer, mesas, armarios o aparadores forman el escaso mobiliario. Las letrinas privadas no existían utilizando las colectivas siendo las de los hombres más grandes que las de las mujeres. Lo habitual era hacer las necesidades en recipientes portátiles y arrojar su contenido por las ventanas En tiempos de César vivían en Roma unos 800.000 habitantes, produciéndose una afluencia masiva de extranjeros, especialmente esclavos, a la ciudad. Los barrios centrales presentan síntomas de especulación ya que los terrenos en la esta almendra central son escasos y muy caros. Las viviendas -llamadas insulas- se elevan hasta los seis u ocho pisos, produciéndose continuos derrumbamientos e incendios debido a la mala calidad de la construcción y de los materiales. La llegada de Augusto al poder supuso un embellecimiento de Roma y una nueva administración al distribuir el territorio en 14 regiones con sus respectivos puestos de guardia que debían apagar los incendios. Pero los edificios serán construidos aún en materiales pobres lo que favoreció el increíble incendio que se vivió en el año 64, en tiempos de Nerón. Tres barrios fueron destruidos y siete resultaron dañados durante los ocho días que duró. Para evitar nuevos incendios, Nerón dispuso una serie de ordenanzas que aludían a la construcción de casas alineadas, formando calles anchas, limitando la altura de las casas que no podrían ser construidas en madera y debían utilizar piedra ignífuga. Depósitos antiincendios fueron colocados estratégicamente. Plinio comenta la existencia de unos 90 kilómetros de calles anchas y alineadas que no dejaron de ser criticadas por algunos, caso de Tácito que comenta: "las calles estrechas y los edificios altos no dejaban penetrar los rayos del sol, mientras que ahora, y a causa de los grandes espacios y la falta de sombra, se arde de calor". A pesar de las normas de seguridad impuestas, los incendios continuaron . A mediados del siglo II la población de Roma se acercaba al millón y medio de habitantes, concentrándose la mayoría en los barrios centrales. Existían unas 46.000 insulas -una densidad media de 102 insulas por hectárea- algunas de ellas bastante altas debido al incremento de los precios que estaba alcanzando el suelo. Augusto tuvo que limitar las construcciones a 70 pies, unos 21 metros, mientras que Tácito menciona casas de 30 metros. A pesar de las limitaciones, los edificios seguían creciendo. Roma tomaba el aspecto de una Nueva York antigua. La introducción del ladrillo cocido que daba mayor solidez al edificio y era menos combustible fue lo que permitió la edificación de estos colosos. La Subura, el Argilentum y el Velabrum eran los barrios más populosos y los más poblados. Allí vivían zapateros, libreros, vendedores ambulantes, magos, maleantes, aventureros, charlatanes, etc. Como es lógico, las casas estaban levantadas de manera anárquica y sus calles eran estrechas, distribuyéndose las tiendas y los talleres artesanales por oficios. La mayoría de las casas estaban arrendadas y subarrendadas a su vez, elevando las precios de manera desorbitada. La vida pública y oficial se desarrollaba en los Foros, el Capitolio, el Campo de Marte y el Palatino. Los barrios aristocráticos estaban constituidos por domus, residencias de gran amplitud con uno o dos pisos estructurados alrededor del atrio y del peristilo, patio de influencia griega. El Collis Hortorum era el barrio residencial y aristocrático por excelencia. La domus contaba con una elegante entrada, comedor, habitaciones para esclavos y miembros de la familia. No había ventanas que daban a la calle ya que toda la luz necesaria procedía de los patios interiores. En Roma no existía servicio de limpieza ni iluminación nocturna. Salir por la noche era toda una aventura y quien lo hacía se exponía a jugarse la vida. Pero durante el día las calles eran bulliciosas y estaban llenas de gente. Según un edicto de César las calles debían ser limpiadas por los propietarios, prohibiéndose la circulación de carros desde el alba al amanecer. De las montañas próximas llegaban trece acueductos que inundaban la ciudad de agua, aflorando en las numerosas fuentes públicas que manaban continuamente. Quizá para evitar esta anarquía urbanística característica de Roma, las ciudades de nueva planta se construían siguiendo los planos de los campamentos romanos. El cardo y el decumanus se cruzaban en el centro, estableciendo un sistema en cuadrícula que dejaba la zona central para foros.


LA CIENCIA EN ROMA: Entre los griegos el pensamiento científico se complacía en la especulación y la construcción de sistemas filosóficos de carácter abstracto, demasiado ambiciosos y complejos. Los helénicos deseaban encontrar una explicación al mundo y a sus fenómenos, pero el estado de la Ciencia no permitía la elaboración de cosmogonías y metafísicas, pues faltaba conocer mucho acerca de los fenómenos concretos para poder llegar a una fase de síntesis.
Los romanos, al contrario, eran hombres sumamente prácticos y por esto buscaron sólo la aplicación concreta de las verdades que encontraban. Así, no se entregaron con pasión al estudio de la Astronomía, sino como una necesidad para conseguir un calendario más perfecto. En el primer tomo de esta obra hemos hablado de las sucesivas reformas del mismo. La primera realmente importante fue la de Julio César, decretada el año 47 a. J. C., pero incluso en esta tarea le ayudó un astrónomo griego llamado Sosígenes. A él se debe la invención del día bisiesto o «bis-sexto-calendas».
(Ver Calendarios)
Marco Antonio cambió el nombre del mes "Quintili" por el de "Julius" para honrar la memoria de Julio César, y en tiempo de Augusto el mes "Sextilis" fue transformado en "Augustus" por idéntica razón. Los nombres y la ordenación de meses quedaron así, tal como estén en la actualidad: un calendario que tuvo vigencia durante más de dieciséis siglos, hasta que fue reformado en 1582 por el papa Gregorio XIII.
Desde el año 44 al 19 a. J. C. los geodesas romanos acometieron la ingente tarea de medir y levantar mapas de todas las tierras del Imperio.
El documento geográfico más importante de la época romana es, seguramente, la Geografía de Es-trabón dividida en i6 libros, para cuya redacción se basó en los textos de Hiparco y de
Eratóstenes. El mundo entonces conocido terminaba en las fronteras de la India, en las llanuras de Alemania y Polonia, en las orillas del Mar• Negro, en el litoral del Norte de Africa y en el Océano Atlántico.
Hacia el año 44 de nuestra Era, Pomponio Mela escribió el primer tratado completo de Geografía en tres grandes libros, cuyo título original es De situs orbis.
En Roma, la Medicina fue tenida por un arte propio de esclavos y extranjeros. Este concepto explica que sus mejores médicos no fueran romanos. Asclepíades era de Bitinia y el gran Claudio Galeno (128-200) había nacido en Pérgamo (Asia Menor). Éste fue un gran anatomista que estudió los sistemas muscular, óseo. y nervioso, y al mismo tiempo realizó profundas investigaciones sobre Medicina. Su fama fue tan grande que aún en la actualidad el nombre de «galeno» es sinónimo de médico.
Ya hemos citado algunos literatos que adquirieron fama no sólo por la galanura de su estilo, sino por su labor didáctica. El estudio de las ciencias naturales aplicadas a la agricultura, a la ganadería o a diversas industrias del campo, tuvieron tanta importancia que aún resulta de utilidad la lectura de libros como Historia Natural, de Plinio el Viejo, y Agricultura, del español Columela, que estudió las formas de cultivo de secano para mejorar el campo, el modo de trabajar los huertos, la forma de preparar un calendario agrícola, la atención que han de merecer los árboles frutales, etc.
Sin embargo, el gigantesco esfuerzo de Roma iba a perderse al impulso de la incontenible revolución que representó la invasión de los bárbaros.
ARTE DE LA MEDICINA: Pese a que los antiguos romanos no disponían de médicos profesionales, practicaban el arte de la medicina. La medicina romana antigua estaba, sobre todo, basada en el uso de hierbas. El paterfamilias preparaba diversos remedios para sanar las heridas y curar las enfermedades. El conocimiento de las propiedades curativas de las plantas se transmitía de generación en generación. Esta medicina tradicional herbolaria siguió utilizándose en el Antiguo Imperio. Por supuesto, también se transmitieron recetas para condicion esto exactamente enfermizas, como la calvicie. Una de esas recetas consistía en vino, azafrán, pimienta, vinagre, laserpicium (la reina de las plantas medicinales romanas) y excremento de rata.
Como en otros aspectos de la vida romana, también se dejó sentir la influencia griega en la medicina. Al final del siglo III a. de C., la medicina científica hizo su aparición en el rriundo romano por medio de médicos profesionales provenientes del mundo helenístico. Los médicos se pusieron de moda en Roma; sin embargo, el prejuicio en contra de ellos nunca desapareció del todo. Muchos eran esclavos griegos que pertenecían al servicio de grandes familias aristocráticas. Los primeros médicos públicos de Roma se reclutaron para el ejército romano. Estas prácticas militares se extendieron después a los funcionarios imperiales de las provincias y a sus familias, e incluyeron el establecimiento de hospitales públicos. Asimismo, las escuelas de gladiadores contaban con sus propios médicos residentes. De hecho, uno de los más famosos médicos, el griego Galeno (129-199), surgió de las filas de los médicos de los gladiadores y se convirtió en médico de la corte del emperador Marco Aurelio. La medicina científica romana también fue testigo del desarrollo de numerosos especialistas. Por ejemplo Alcon , famoso cirujano de esa época de los Flavios, se especializo en enfermedades de los huesos y operaciones de hernia.


Después de la conquista de Grecia, la decoración interior llegó a ser rica y variada, aun en las casas modestas. Las paredes estaban cubiertas. de pinturas familiares o mitológicas; había numerosas columnas de mármol, enlosados de piedras raras y mosaicos. Las colgaduras y tapices completaban la ornamentación; pero las habitaciones eran pequeñas y contenían pocos muebles.
La casa romana era una vivienda de país cálido.
El vestido de los romanos no difería mucho del de los griegos. El hombre llevaba calzoncillos, subligdculo y una larga camisa con o sin mangas, llamada tunica. La túnica de los senadores estaba orlada con una ancha franja de púrpura, conocida con el nombre de laticlavia. Por encima de la túnica llevaba el romano la toga que era como una capa de mucho vuelo corbada en forma de semicírculo y que tenía por un lado un diámetro de 4 m. 85 próximamente y por el Otro era un segmento de circulo cuya cuerda tenía t m. 20. Era la toga el distintivo del ciudadano y no podían usarla ni
los extranjeros ni los esclavos. Esta prenda, colocada artísticamente hacía muchos y graciosos pliegues. Los mancebos libres también vestían la toga, adornada con una franja de púrpura y llamada pretexta. Poco a poco fué introduciéndose el uso de llevar debajo de la túnica una a modo de la camisa actual, llamada subúcula, y en tiempo de lluvia o en viaje un capote, pe’nula, provisto de capucha, cuculla. Todos estos trajes fueron primitivamente de lana; pero la moda introdujo pronto en Roma telas ligeras de Grecia y de oriente.
Las mujeres llevaban también una camisa, y por encima un vestido largo, con mangas, estola, ceñido en el talle con un cinturón. Cuando sallan, se abrigaban con la pallo, gran man o o chal parecido al himatión griego. El tocado era cosa muy importante entre las romanas que se mostraban libremente en público. Se ajustaban el busto cox
una especie de corsé de cuero; se teñían la cabellera de rubio o se ponían pelucas; abusaban de los afeites y unguentos y les gustaba salir cargadas de aderezos. Las joyas encontradas en las excavaciones están delicadamente labradas.
Ni los hombres ni las mujeres usaban calcetines o medias, y se calzaban, para salir, con el borceguí, cdlceo, que ajustaban por medio de correas, pero que dejaba descubiertos los dedos de los pies. El cálceo que usaban ciertos magistrados era rojo, y se llamaba múleo. En la casa se ponían sandalias. En el ejército, los soldados llevaban el borceguí con suela guarnecida de clavos o cdliga.
El romano en su casa era dueño absoluto de su familia y de sus esclavos. La autoridad paternal era muy grande, y durante mucho tiempo tuvo el padre derecho de vida y muerte sobre los suyos.
En la ciudad era ante todo un ciudadano. No se dedicaba, como el griego, al comercio, sino a los negocios públicos. Si era acaudalado, recibía por la mañana a sus clientes, escuchaba sus peticiones y les distribuía consejos o socorros. Después iba al Foro, donde tomaba asiento en el senado o en el tribunal. Si era pobre, se inscribía como cliente de un rico, lo escoltaba en público y lo sostenía con su voto en las elecciones.
Las distracciones eran raras. Por la tarde jugaba a la pelota o iba a los baños que eran, como el café moderno, la cita de los ociosos. Sólo algunas procesiones religiosas y algunos juegos del circo alteraban a veces la monotonía del año. Esa vida convenía a un pueblo de propietarios rurales; pero las costumbres fueron modificándose muy de prisa en Roma como se verá más adelante, hasta que en la época del Imperio se convirtió en verdadera ciudad de placeres.
El papel de la mujer era más importante en Roma que en Grecia. Gobernaba también la casa, pero tenía más autoridad que la mujer griega, porque estaba más asociada a la vida de su marido. Se la felicitaba porque cuidaba del gobierno de la casa e hilaba la lana, pero en realidad hacía más que eso. Compartía los honores que se tributaban a su esposo, aparecía con él en público, en las ceremonias y los juegos, y estaba rodeada de consideraciones; era en fin la señora, la matrona. En la casa, no estaba confinada en sus habitaciones, sino que tomaba parte en las comidas y recepciones. Su influencia, aunque no reconocida por la ley, de hecho era muy grande. Catán tuvo la prueba cuando quiso acabar, por medio de una

LA PROSTITUCION: La presencia de esclavos y esclavas en los hogares sería uno de los motivos de la libertad sexual con los que se relaciona el mundo romano. Esta presunta libertad sexual estaría íntimamente relacionada con el amplio desarrollo de la prostitución.
Como en buena parte de las épocas históricas, en Roma las prostitutas tenían que llevar vestimentas diferentes, teñirse el cabello o llevar peluca amarilla e inscribirse en un registro municipal. No en balde, Catón el Viejo dice que "es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres". En el año 1 existe un registro con 32.000 prostitutas que estaban recogidas, habitualmente, en burdeles llamados lupanares, lugares con licencia municipal cercanos a los circos y anfiteatros o aquellos lugares donde el sexo era un complemento de la actividad principal: tabernas, baños o posadas.
Los distritos del Esquilino y el Circo Máximo tenían una mayor densidad de burdeles humildes mientras que los más elegantes se ubicaban en la cuarta región, habitualmente decorados con murales alusivos al sexo e identificados en la calle con un gran falo que era iluminado por la noche. Las prostitutas solían exhibir sus encantos en las afueras del prostíbulo y era habitual que en las puertas de las habitaciones existiera una lista de precios y de servicios.
Las prostitutas se dividían en diversas clases: las llamadas meretrices estaban registradas en las listas públicas mientras que las prostibulae ejercían su profesión donde podían, librándose del impuesto. Las delicatae eran las prostitutas de alta categoría, teniendo entre sus clientes a senadores, negociantes o generales.
Las famosas tenían la misma categoría pero pertenecían a la clase patricia, dedicándose a este oficio o por necesidades económicas o por placer. Entre ellas destaca la famosa Mesalina, Agripina la joven o Julia, la hija de Augusto. Las conocidas como ambulatarae recibían ese nombre por trabajar en la calle o en el circo mientras que las lupae trabajaban en los bosques cercanos a la ciudad y las bustuariae en los cementerios.
El lugar favorito para las relaciones sexuales eran los baños, ofreciendo sus servicios tanto hombres como mujeres; incluso conocemos la existencia de algunos prostíbulos frecuentados por mujeres de la clase elevada donde podían utilizar los servicios de apuestos jóvenes.


El papel principal que desempeñarán las mujeres en Roma será el de fiel y abnegada esposa ya que dependían en todo momento de su marido. Los enlaces matrimoniales solían ser concertados por las familias y el padre de la joven debía entregar una dote a la muchacha. Ella tenía derecho de sucesión respecto a su padre e incluso capacidad de testar por lo que se dieron matrimonios donde la esposa era más rica que el marido y rehusaba su autoridad, recibiendo en ocasiones todas las clientelas del padre. Pero lo habitual era que la mujer estuviera absolutamente supeditada a su esposo. Si tradicionalmente es el pater familias el que dirige la casa, quien da las órdenes a los esclavos y dirige la administración del hogar, ¿cuál es el papel de la mujer en las casas respetables de Roma? Lo habitual es que las matronas mataran la mayor parte del tiempo en los trabajos relacionados con la costura y el tejido. Paulatinamente la mujer irá ocupando un papel protagonista en la organización de la familia, incluso por prescripción médica ya que los galenos consideraban que las mujeres debían desarrollar alguna actividad. Algunos hombres empezaron a dejar en manos de sus esposas la dirección del hogar, incluso la llave de la caja de caudales. El contar con varios esclavos permitía a la matrona poder delegar en ellos todos los trabajos de la casa, incluso los relacionados con su propia higiene personal. El esclavo viste y calza a la dama, aunque no lava sus dientes. Los esclavos acompañan a la señora en la alcoba, aunque la matrona duerma sola o en compañía de su esposo. Era frecuente que los esclavos durmieran en las puertas de las alcobas, contándonos un poeta satírico que "cuando Andrómaca hacía el amor con Héctor, sus esclavos, con la oreja pegada a la puerta, se masturbaban". Esta omnipresencia de los esclavos en las vidas de las clases acomodadas romanas provocarán que las infidelidades fueran públicas en la mayor parte de los casos. Para mantener una relación amorosa secreta lo mejor era alquilar una habitación a un sacristán ya que estaba obligado a guardar silencio. Si el esposo fallecía, la matrona vería protegida su virtud por su familia, ante la inminente llegada de una legión de pretendientes que deseaban hacerse con su fortuna. Previamente debía haber muerto el padre porque sino como pater familias era dueño de todo lo que pertenecía a la familia. El sino de esta viuda es volver a contraer matrimonio o buscarse un amante que la complazca en el lecho, a pesar de la indignación de los moralistas romanos. Si era el hombre el que quedaba viudo podía buscarse una concubina, mujer o mujeres con los que un hombre solía acostarse habitualmente. No olvidemos que los emperadores contaban con un amplio harén de concubinas en palacio. Pero llegaría un momento en que ese hombre viudo decidiera establecer un vínculo más estrecho con esa concubina de inferior rango social por lo que se produce una unión de hecho entre ambos denominada concubinato. La concubina debía ser una mujer libre y la unión monogámica. Este concubinato no da lugar a consecuencias jurídicas, siendo libres los hijos nacidos de esa relación.


VIRGILIO, OVIDIO Y HORACIO: Los elementos principales de la literatura latina fueron "Roma" y “el hombre". El pasado, el futuro y la gloria de su patria ilustraban las obras literarias de los romanos. El hombre, su actividad política, su conducta, Fueron otras de las preocupaciones dominantes. La influencia griega fue de suma importancia, los grandes literatos griegos fueron los modelos por seguir.
Roma fue también el tema dominante en la historia latina. Esta tuvo un fin literario de carácter ‘patriótico-moralista’. Los historiadores romanos le rindieron homenaje a su ciudad, considerada por ellos como el corazón del mundo. Trataron entonces de mantener vivo el orgullo nacional y de exaltar los deberes cívicos de sus ciudadanos.
Setenta años antes de Cristo nació en Mantua Publio Virgilio Marón (70-20), el más grande de los poetas latinos. Fue autor de las Bucólicas, colección de cantos en los que ensalza la vida del campo, completados después por las Geórgicas, que describen las labores agrícolas, la vida de las abejas, del ganado y de los árboles.
Pero su obra cumbre fue la
Eneida, que consta de doce libros en los que, imitando a Homero, describe las aventuras de Eneas, fugitivo de Troya, una vez destruida la ciudad por los griegos. El libro es un relato mitológico, épico, poético y dramático, en el que al mismo tiempo se va siguiendo paso a paso el periplo del príncipe troyano a través del Mediterráneo. La intervención de los dioses en los combates que se describen recuerda las páginas de la ¡liada y la Odisea.
Contemporáneo de Virgilio fue Publio Ovidio Nasón romano a quien Augusto desterró a Ponto Euxino a orillas del Mar Negro. Sus obras más conocidas son El arte de amar, de tema netamente erótico, y Las metamorfosis, de carácter mitológico.
Quinto Horacio (65-8) escribió odas, sátiras y epístolas. De estas últimas, la titulada A los Pisones ha sido considerada como un tratado de preceptiva literaria. Fue protegido de Mecenas.
Siguiendo La línea del griego Esopo, en Roma encontramos a Fedro, contemporáneo de los poetas antes mencionados, a quien se debe una colección de fábulas.
Salustío (86-34 a.C.) Escribió con estilo conciso y metódico sobre los tiempos de las crisis de la república y sus problemas. Sus obras: La guerra de Yugurta y La conspiración de Catílina.
Tito Livio (59 a. C- 17 d.C.) Escribió Historia de Roma, importante obra en la que recogió el testimonio de antiguos cronistas. No obstante la falta de crítica en sus relatos, en donde mezcló la leyenda con la realidad, su obra fue importante para conocer los primeros tiempos de Roma.
Tácito (55-120 d.C.) Se lo consideró uno de los historiadores más importantes de Roma; fue autor de numerosas obras, entre ellas Anales y Germania.


La diversión con mayúsculas del mundo romano es el circo o los juegos circenses. En el circo encontramos deporte, pasión e incluso ideas religiosas o políticas por lo que algunos especialistas lo consideran como algo más que espectáculo. La tradición hace referencia a los reyes etruscos como los creadores de los juegos en Roma, ya en el lugar donde posteriormente se instalaría el Circo Máximo. Estas ceremonias posiblemente tuvieran un origen funerario, con el fin de conjurar los poderes de ultratumba.
Los emperadores recreaban al pueblo con grandes y repetidas fiestas. En Roma había ciento sesenta y cinco días de fiesta al año, algunas, la inauguración del Coliseo verbigracia, duraron cien días seguidos. Dichas fiestas eran espectáculos que se celebraban en el el teatro, en el circo y en el anfiteatro. Empezaban por la mañana y se terminaban a la puesta del sol. Cuando asistía el emperador se repartían sorpresa, golosinas y vino.
TEATROS: En los teatros, el mayor de los cuales era el de Pompeyo, se representaban comedias, tragedias, farsas y pantomimas. Las comedias eran las obras dramáticas que Plauto y Terencio traducían o imitaban del griego, y que tanto gustaron a los romanos hasta el siglo IV. Las tragedias eran menos apreciadas por aquel pueblo, poco refinado; a la postre eran funciones en que el asunto importaba menos que el aparato escénico lo propio sucede con las óperas modernas y las comedias de magia. Pero los espectadores preferían las farsas y las pantomimas. Las farsas o atelanas, asi llamadas porque, según Diomedes, ese género dramático se creó en Atela, ciudad de Campania, eran piezas en un acto, muy jocosas, parecidas al entremés o al sainete. La pantomima era una pieza dramática en que el actor, mimo o pantomimo, en vez de hablar, explicaba lo que sentía por medio de gestos. La perfección a que llegaron, en este género, los actores griegos, parece que no la han alcanzado nuestros contemporáneos. El teatro romano era, pues, un espectáculo que recreaba la vista, mas que el espíritu.
CIRCO ROMANO: En el circo se daban carreras de carros y de caballos. circo Máximo, así llamado por su magnitud y porque e él se celebraban los juegos consagrados a lo dios magnos, tenía cabida para 300,000 espectadores.
La planta tenía la forma de un paralelogramo alargado, cerrado por un lado en semicírculo, ahí se abría la puerta triunfal, y en el lado opuesto, por una línea convexa, ahí estaban las cocheras. Las gradas ocupaban tres lados, y la arena o pista estaba dividida longitudinalmente, aunque no por completo, por un muro de poca altura, llamado espina (espina dorsal de la pista) en cuyos extremos se alzaban sendos hitos cónicos, bastante altos y dorados, que eran las metas. La pista tenía casi un kilómetro de extensión y era preciso darle la vuelta siete veces en cada carrera.
Cada día habla veinticuatro carreras, comprendiendo cada una cuatro carros tirados por dos caballos (biga) o por cuatro (cuadriga). Los cocheros circenses o aurigas lucían túnicas muy cortas ceñidas al cuerpo con correas para evitar que flotaran con la velocidad de la carrera. Los aurigas se distinguían por el color de la túnica, segun: la cuadra, orden o bando a que pertenecían verde alusivo a la primavera; rojo al verano; azul, al otoño y blanco, al invierno. Esos cocheros a más de ganaban mucho dinero, eran muy populares. Sus partidarios no sólo apostaban contra el competidor en la carrera, sino que también, ello era frecuente, reñían y armaban verdaderos motines en el circo. El oficio de auriga tenía sus peligros; los carros al dar la vuelta de la espina, uno muy estrecho, en que estaban las metas, volcaban con suma facilidad.
Los emperadores dieron gran solemnidad a las carreras. Ellos hicieron que los juegos comenzaran con una procesión que dirigía el magistrado que presidía los juegos, y que a partir de
Calígula, dirigió el emperador; procesión en la que figuraban los magistrados, los clientes, la flor y nata de la juventud romana, los aurigas, los luchadores, cerrando la comitiva, los sacerdotes y las corporaciones religiosas, las cuales acompañaban las imágenes de los dioses, con sus símbolos y atributos.
Los anfiteatros (el más notable fué el Coliseo o anfiteatro Flavio) eran circos cuya pista, más oval, no tenía espina. En ellos se celebraban varios espectáculos, especialmente los combates de gladiadores. Se atribuye el origen de estos combates a los sacrificios humanos que hacían los etruscos en los funerales de los grandes personajes para aplacar los manes de éstos. La moda influyó para que se reemplazaran con luchas entre dos esclavos. Bajo el imperio, esos juegos se reglamentaron y se llegaron a dar combates en que quinientas parejas de gladiadores venían a las manos. Los gladiadores eran condenados a muerte, esclavos, cautivos de guerra y a veces también hombres libres ansiosos de celebridad. Se les ejercitaba en ludus gladiatorius. El que fundaba una escuela de este género obtenía magníficas ganancias.
Los gladiadores combatían a pie, a caballo y en carros se les hacia luchar en parejas o en grupos. Generalmente habían de enfrentarse hombres que tuvieran armas diferentes. Entre los gladiadores se distinguían los samnitas, que se presentaban casi desnudos, y llevaban un gran escudo cuadrado y un sable corvo; los mirmillones, armados como los legionarios; los hoplitas, cubiertos de hierro como los caballeros de la Edad Media; los tracios, cubierta la cabeza con casco de anchas alas; los reciarios, armados solamente con una red de pescar y un tridente. Toda esa gente iba, antes de comenzar los juegos, a colocarse en fila delante de la tribuna del emperador para gritar «Ave, César Imperator, morituri te salutant» (Salve, César emperador; los que van a morir te saludan). Los esclavos sacaban los cadáveres de la pista prendiéndolos con ganchos y tirando de ellos; un hombre vestido de Mercurio comprobaba la muerte de aquellos infelices, tocándolos con un hierro candente; a los heridos que no podían curar se les daba la muerte. Esos juegos sangrientos, que con sólo imaginarlos nos horripilamos, eran deliciosos para el pueblo romano.
Había días en que la pista se convertía en lago, y entonces se daban batallas navales; había otros en que, los gladiadores llamados bestiarios, luchaban con animales feroces. Por último, a aquellos anfiteatros se llevaba a los condenados a muerte, para que fueran devorados por tigres y leones, suplicio que cupo frecuentemente a los mártires cristianos.


La educación va a experimentar una profunda evolución a lo largo de la historia de Roma, determinada en primer lugar por la influencia griega que se produce desde el siglo III a.C. y en segunda lugar por la estrecha relación del sistema educativo con la sociedad del momento y con la configuración estatal. Bien es cierto que encontramos una serie de elementos que se manifiestan a lo largo de todos los momentos históricos: el carácter aristocrático del sistema educativo y su relación con la ciudad, configurando una educación netamente urbana, por lo que debemos advertir que la educación se circunscribe a la población ciudadana y libre del Imperio al tiempo que la mayoría de las escuelas se instalan en los municipios. Bien es cierto que en las aldeas o pequeños pueblos existían rudimentarias escuelas pero con escaso éxito. Podemos distinguir tres periodos educativos en la historia de Roma: el primero correspondería a siglos VIII-III a.C. -la Monarquía y los primeros momentos de la República-; el segundo al periodo comprendido entre los siglos III a.C. y II d.C.; y el tercero al Bajo Imperio. En el primer periodo la educación se circunscribe al ámbito familiar, involucrando especialmente al patriciado y a la nobilitas. M. Porcio Catón enseñó a su hijo "las letras, le daba a conocer las leyes y lo ejercitaba en la gimnasia, (...) a manejar las armas y a gobernar un caballo". La educación en el hogar se extiende hasta los 17 años, cuando pasa la adolescencia. La madre será la encargada de los primeros momentos, hasta los siete años. Desde esa edad queda a cargo del pater familias con quien acude a diversas actividades. A los 17 años adopta la toca viril e inicia una nueva fase educativa, fuera de la familia pero controlada por ésta. El ejército y la política serán las dos direcciones que tome nuestro joven noble y su enseñanza correrá a cargo de algún conocido o amigo del pater. El primer año está destinado a conocer la vida pública y después pasa al servicio militar donde aprenderá a luchar por la patria, subordinando el individuo a la comunidad. A partir del siglo III a.C. el mundo romano vivirá un contundente proceso de helenización que en un primer momento afectará a los círculos nobiliarios para irse diluyendo entre toda la sociedad paulatinamente. El proceso se acentuará tras la Tercera Guerra Macedónica al difundirse la utilización del griego entre los miembros de la nobilitas, al tiempo que un amplio número de retóricos y filósofos griegos desembarcan en la península Itálica, muchos de ellos como esclavos. Este acercamiento al mundo helenístico no estuvo exento de polémica como el decreto de expulsión de todos los filósofos y retóricos griegos que dictó el Senado en el año 161 a.C., expulsiones que se sucederán en el tiempo. Pero a la helenización de la sociedad no se le podía poner freno y el propio Catón, uno de los más encendidos defensores de la tradición romana, estudiará a los maestros griegos. Como es lógico pensar, este proceso de helenización tendrá su reflejo en la educación. Desde los últimos años de la República lo educativo abandona el entorno familiar para convertirse en algo público. Algunos emperadores regularán el proceso educativo o reducirán los impuestos a los gramáticos y retóricos. Vespasiano creará en Roma sendas cátedras de retórica latina y griega. Este mecenazgo pedagógico se extiende desde los emperadores a las aristocracias locales que también participan de la educación en sus ciudades, financiándola si es necesario. El sistema educativo se establecería en tres niveles: elemental, secundario a cargo del grammaticus y superior, dirigida e impartida por los retóricos. Al nivel elemental se acedía con siete años y se abandonaba con doce, situándose la escuela en el foro. Allí los alumnos reciben las clases del magister, quien percibe por cada alumno un sueldo de 50 denarios. La mayoría de los alumnos van acompañados a la escuela por un esclavo llamado paedagogus y disfrutan de vacaciones entre los meses de agosto y septiembre. Lectura, escritura, cálculo y recitación serán las enseñanzas impartidas. Las enseñanzas secundaria y superior presentan unos caracteres más clasistas. La secundaria abarca entre los doce años y los diecisiete, momento que el joven toma la toga viril. El grammaticus es el encargado de impartir las enseñanzas que versan sobre la lengua y el conocimiento y estudio de los clásicos, recibiendo por cada alumno 200 denarios al mes. El lugar donde se imparte es en los pórticos abiertos del foro. La enseñanza superior estaría dirigida por el rethor quien llegaba a cobrar hasta 2.000 sestercios anuales por alumno. Las reglas del arte de la oratoria y su práctica serán las enseñanzas impartidas, a pesar de que desde Augusto este arte no era vital para participar en política. Sin embargo, las escuelas superiores surtirán a la administración de altos funcionarios y prestigiosos juristas. Durante el Bajo Imperio observamos una serie de modificaciones en el sistema educativo, especialmente por el intervencionismo estatal y la influencia cada vez más manifiesta del cristianismo. Las mayores necesidades burocráticas del Estado supondrán un aumento de los estudiantes de enseñanza superior al tiempo que los emperadores restauran las escuelas. En el año 425 Teodosio II creará una universidad en Constantinopla donde los profesores sólo podrán ejercer la docencia en esta institución. En referencia al cristianismo, las escuelas cristianas irán sustituyendo paulatinamente a la educación helenística, anticipando el orden medieval incluso en su estructura ya que se establecían diversos niveles: monásticas, episcopales y presbiteriales.


ARTE ROMANO: Las artes romanas se concibieron en una época en la cual las obras griegas habían llegado a su máximo esplendor. Fue difícil entonces librarse de tan magnífica influencia, complementada por ciertos elementos etruscos que marcaron la base del posterior desarrollo artístico.
No obstante los aportes recibidos, a comienzos del siglo II a.C. comenzó a manifestarse un verdadero arte romano. Sus obras se enriquecieron con el correr de los siglos y tomaron la uniformidad característica de un arte propio. En sus creaciones prevaleció un carácter técnico y práctico, resultante del espíritu del pueblo romano. No se persiguió, como en Grecia, un fin estético en sí mismo.
Resulta de las influencias etruscas y griegas, alcanzó su mayor esplendor en la época del Imperio. Se desarrolló en Italia desde el año 200 antes de C., hasta el siglo IV después de C., algunos lo consideran inferior al arte griego, pero en realidad fue más variado, más flexible y en ciertos aspectos se acerca más al arte moderno; así, su influencia en el arte de la Edad Media y del Renacimiento fue notable. Sus mayores logros los presenta en el desarrollo de la arquitectura; por ello, el dibujo y la pintura la realizaban a servicio de esta, predominando los murales. Los temas eran asuntos bélicos, eróticos, leyendas heroicas, paisajes, marinas, naturaleza muerta y el retrato. A partir del siglo I, se observan dos corrientes pictóricas o estilos: el estilo Neoático, que se preocupa por la forma humana, resaltando asuntos de la mitología y epopeya y el estilo Helenístico - Alejandrino, que pone de manifiesto la preocupación por la pintura rural, se cultivan el paisaje y las marinas. Al iniciarse el siglo II hasta el 79 de nuestra época (pintura en Pompeya), se observan cuatro estilos: de incrustación, alejandrino o arquitectónico, ornamental y fantástico.
El arte romano toma como referencia los modelos griegos de la época helenística. Debido a su carácter práctico, el pueblo romano desarrollará la arquitectura para establecer un sensacional programa constructivo que primero afectará a la ciudad de Roma y luego se extenderá por todo el Imperio. El arco y la bóveda tendrán un papel principal en la concepción de la arquitectura romana. Se utiliza el ladrillo y el mortero, realizado con cantos rodados o piedras pequeñas, con una consistencia eterna. Su aspecto pobre exige un revestimiento de apariencia opulenta como suelen ser mosaicos o simplemente ricas pinturas. Otra importante aportación romana será la amplia difusión del arco de medio punto que frecuentemente es encajado entre las columnas y el dintel, estableciendo un sistema constructivo de gran originalidad que aporta solidez al edificio.
Roma fue un pueblo de labradores, de comerciantes, de guerreros. Los romanos mostraron mayor interés por las cosas prácticas y sus obras artísticas llevan siempre un sello utilitario. Pueblo dominador, fundador de un vasto imperio, el romano tuvo por preocupación fundamental mantener el dominio sobre los territorios colonizados, para lo cual movilizó poderosos ejércitos, dio vida a un denso cuerpo de leyes que apretó los lazos entre la metrópoli y las provincias, y desarrolló una gigantesca labor constructiva con un variado repertorio de formas arquitectónicas perfectamente adaptadas a sus fines. Sus dos grandes realizaciones fueron el Derecho y la Arquitectura, pero su mérito principal es haber extendido la civilización grecolatina por una vasta parte del mundo conocido.
ARQUITECTURA: Su finalidad es utilitaria, está concebida en función de las necesidades privadas y públicas. Expresa la voluntad de poder y de mando del Estado romano, que se erige como rector de la vida privada y pública de sus ciudadanos. Es monumental, hecha pensando en la glorificación de Roma y para resistir el paso y el peso del tiempo. Más que la belleza busca la majestad y la robustez, por lo que se muestra en grandes masas sólidas y pesadas. Expresa el ideal de uniformidad del Imperio, que aspira a que todos los pueblos sujetos a su dominio asuman una fisonomía material a imagen y semejanza de la Urbe. Alterna dos sistemas conocidos: el de la columna y dintel (copiado de los griegos), y el arco y bóveda (tomado de los etruscos). Sus principales monumentos fueron: el templo, la basílica, las termas, los teatros, los anfiteatros, los circos, etc.
(Ver Acueductos Romanos)
LA ESCULTURA: Se mueve entre los polos contrarios de idealismo y realismo y su tema casi central es el retrato. En sus comienzos, la influencia etrusca se hace presente en algunos bronces, luego la influencia griega a través de los escultores helénicos que vivían en Roma o en la Magna Grecia, así como de las obras descubiertas en suelo griego y llevadas a Roma, impulsa la corriente idealista. El enfrentamiento de ambas tendencias se advierte en obras del período republicano.
PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS: Creada con un destino utilitario que se cumple en su función narrativa, honoraria o descriptiva. Más que un arte es una artesanía supeditada a exigencias religiosas honoríficas o conmemorativas. Cultiva con preferencia el retrato llevándolo a su máxima identificación con el modelo. Es un arte naturalista. Es una obra anónima.
PINTURA: La conocemos a través de los frescos hallados en la ciudad de Pompeya, que suelen ser copias griegas o caprichos decorativos de gracia picaresca como cupidos, pájaros, cintas, flores, etc. Los temas son históricos, mitológicos paisajísticos y marineros. También en ciertos períodos se hizo una pintura arquitectónica, que imita a los elementos constructivos. Lo interesante de la pintura romana es la técnica de manchas de color al temple, aplicadas con brochazos sueltos, sin detallar, a la manera impresionista y con efectistas toques de sombra y luz. También en la pintura domina el gusto realista por lo que los temas preferidos, son el retrato, la caricatura y el paisaje.


EL HOMBRE Y LA MUJER LIBRE: El romano en su casa era dueño absoluto de su familia y de sus esclavos. La autoridad paternal era muy grande, y durante mucho tiempo tuvo el padre derecho de vida y muerte sobre los suyos.
En la ciudad era ante todo un ciudadano. No se dedicaba, como el griego, al comercio, sino a los negocios públicos. Si era acaudalado, recibía por la mañana a sus clientes, escuchaba sus peticiones y les distribuía consejos o socorros. Después iba al Foro, donde tomaba asiento en el senado o en el tribunal. Si era pobre, se inscribía como cliente de un rico, lo escoltaba en público y lo sostenía con su voto en las elecciones.
Las distracciones eran raras. Por la tarde jugaba a la pelota o iba a los baños que eran, como el café moderno, la cita de los ociosos. Sólo algunas procesiones religiosas y algunos juegos del circo alteraban a veces la monotonía del año. Esa vida convenía a un pueblo de propietarios rurales; pero las costumbres fueron modificándose muy de prisa en Roma como se verá más adelante, hasta que en la época del Imperio se convirtió en verdadera ciudad de placeres.
El papel de la mujer era más importante en Roma que en Grecia. Gobernaba también la casa, pero tenía más autoridad que la mujer griega, porque estaba más asociada a la vida de su marido. Se la felicitaba porque cuidaba del gobierno de la casa e hilaba la lana, pero en realidad hacía más que eso. Compartía los honores que se tributaban a su esposo, aparecía con él en público, en las ceremonias y los juegos, y estaba rodeada de consideraciones; era en fin la señora, la matrona. En la casa, no estaba confinada en sus habitaciones, sino que tomaba parte en las comidas y recepciones. Su influencia, aunque no reconocida por la ley, de hecho era muy grande. Catán tuvo la prueba cuando quiso acabar, por medio de una ley, con el lujo de las mujeres. Los ciudadanos no se atrevieron a votar el proyecto a vista que sus esposas estaban en la Asamblea.
LA FAMILIA EN LA REPUBLICA : El fundamento del estado romano era la familia, y el de la familia, el matrimonio. Cuando los patricios eran los únicos ciudadanos, sólo existía un matrimonio el matrimonio religioso, la confarreación, que consistía en ofrecer un sacrificio esparciendo farro sobre la víctima y en comer después los esposos una torta de farro Esta ceremonia la presidía el flamen de Júpiter. En seguida, la esposa vestida de blanco y cubierta la cara con un velo rojo, era conducida a son de flautas y cánticos a casa del esposo, que la hacia transponer el umbral levantándola en vilo, para simular un rapto. De esa manera la separaba de los dioses de su propia familia y la unía a los de su nueva casa.
Cuando los plebeyos conquistaron la igualdad, se instituyó para ellos un matrimonio civil, la coemptio, que fué substituyéndose poco a poco por el matrimonio religioso. Consistía en una venta simulada hecha delante de un magistrado: el esposo tocaba una balanza con una moneda de cobre que seguidamente ofrecía a los padres de la prometida, como precio de su mujer.
Las mujeres tenían una dote que el marido habla de devolver en caso de divorcio; y los divorcios, raros en su origen, fueron aumentando a medida que las antiguas costumbres iban alterándose. Primitivamente, el marido podía, en virtud de su derecho de jefe de familia, repudiar a su mujer. La mujer, a su vez, pudo más tarde pedir la separación. El filósofo Séneca, en tiempo del Imperio, decía indignado: e Las damas nobles se divorcian para volver a casarse, y contraen nuevo matrimonio para divorciarse otra vez.
EL HIJO: El hijo recibía el apellido del padre, es decir era reconocido por éste una semana después de su nacimiento, el día llamado de la purificación. Era generalmente criado y educado por la madre, hasta el momento en que iba a la escuela. Se le suspendía al cuello una bolsita o bula, que contenía amuletos contra el aojo, y que conservaba hasta el día en que abandonaba la toga pretexta para ponerse la viril. Esta ceremonia de la mayor edad se verificaba ante el altar de los lares, cuando tenía diez y siete años; pero aun declarado mayor de edad, continuaba bajo la potestad de su padre.
En la escuela, aprendía a leer, a escribir y a contar bajo la dirección de profesores severos que lo castigaban con azotes por la menor falta. Los niños ricos tenían preceptores en casa de sus padres. La música y la gimnasia eran artes de entretenimiento y lujo. Después de la enseñanza primaria, los jóvenes romanos recibían la literaria que comprendía el estudio de la ley de las Doce Tablas, el de los poetas griegos y el de los escritores latinos, porque se trataba de formar administradores y oradores. Así el que un joven romano explicara poco más o menos los mismos textos latinos y griegos que un joven de la época actual, que hace sus estudios clásicos.
LA FAMILIA ROMANA EN EL BAJO IMPERIO: Alrededor del siglo II d. de C., ocurrieron cambios significativos en el seno de la familia romana. Los fundamentos de la autoridad del paterfamilias sobre su familia —que ya habían comenzado a debilitarse en los últimos días de la República— se socavaron todavía más. El paterfamilias ya no tenía autoridad absoluta sobre sus hijos; ya no podía venderlos como esclavos o matarlos. Es más, la autoridad absoluta del esposo sobre su cónyuge se había desvanecido, práctica que también comenzó en las postrimerías de la República. En el Antiguo Imperio, la idea de un cónyuge guardián se debilitó de manera importante, y para finales del siglo u d. de C. se había vuelto una mera formalidad.
Las mujeres romanas de las clases altas disfrutaban de considerable libertad e independencia. Habían adquirido el derecho a poseer, heredar y disponer de propiedades. Las mujeres de las clases altas eran libres para asistir a las carreras, al teatro y a espectáculos del anfiteatro, aunque en los dos últimos lugares se les obligaba a sentarse en secciones para mujeres. Es más, las damas de alcurnia se hacían acompañar de doncellas y de matronas cuando salían. Algunas mujeres manejaban negocios, como compañías de embarques. Las mujeres todavía no podían participar en la política, pero el Antiguo Imperio fue testigo de un número importante de mujeres que influyeron en la política a través de sus esposos, por ejemplo: Livia, la esposa de Augusto; Agripina, la madre de Nerón, y Plotina, la esposa de Trajano.
A finales del primer siglo y comienzos del segundo hubo una disminución apreciable en el número de niños, tendencia que se había iniciado al final de la República. Fue particularmente evidente el incremento de matrimonios sin hijos. A pesar de las leyes imperiales dirigidas al incremento de niños, la baja tasa de nacimiento persistía. La clase alta romana no sólo continuó utilizando el infanticidio; utilizaba también los anticonceptivos y el aborto para limitar la familia. Existían muchas técnicas anticonceptivas. Aunque muy solicitados, los amuletos, las fórmulas mágicas y las pociones para inducir la esterilidad temporal demostraron ser ineficaces, al igual que el método del ritmo, ya que los médicos romanos creían que una mujer era más fértil justo cuando la menstruación estaba concluyendo. Una práctica más confiable consistía en el uso de aceites, ungüentos y lana suave para obstruir la abertura del útero. También se utilizaban técnicas anticonceptivas para varones. Una primitiva versión de condón se fabricaba con la vejiga de una cabra , pero su precio loo hacia prohibitivo. Aunque las fuentes medicas no lo mencionan , los romanos también practicaban el ubicuo coitus interrumptus. También se practicaba el aborto ya sea por la ingestión de drogas o mediante instrumentos quirúrgicos. Ovidio fustiga a Corina: "Oh, mujer porque apuñaláis y agujereáis con instrumentos y ofreces venenos espantosos a vuestros hijos aun no nacidos"


Según Plinio la vida era increíblemente barata en Roma (250 a.C.) al poder comprar con un as (moneda de bronce) un celemín de trigo (8,75 litros), un congio de vino (3,3 litros), 30 libras de higos secos, 10 libras de aceite y 12 de carne, considerando que la libra eran 330 gramos. Las noticias sobre salarios y precios en el Imperio Romano son difíciles de conseguir ya que las fuentes apenas tratan estos asuntos. Según el poeta satírico Marcial los proconsulares tenían unos ingresos anuales de un millón de sestercios (la moneda de bronce), mientras que un médico reputado podía alcanzar los 400.000, un profesor estatal de retórica, 100.000 ó los altos cargos de la administración entre 200.000 y 60.000 sestercios. Los legionarios vieron subir sus salarios desde los 900 sestercios que cobraban en época de César hasta los 2.000 de Septimio Severo. Los sueldos de los centuriones rondaban entre 40.000 y 20.000. San Mateo menciona en el Evangelio que el sueldo de un jornalero agrícola es de cuatro sestercios diarios, posiblemente incluyendo la manutención -comidas e incluso alojamiento, en algunos casos-. En un contrato de trabajo del año 164 se menciona un salario de dos sestercios y un as a diario, más el alojamiento y la manutención. Los especialistas consideran que estos datos podrían variar en una proporción de uno a tres dependiendo de los puestos laborales. Los ingresos anuales de un jornalero fluctuarían entre 720 y 2.200 sestercios. Si lo multiplicamos por tres obtendremos el sueldo aproximado de un artesano. Según unas tablillas encontradas en Pompeya donde aparece la lista de la compra de una familia de dos miembros y un esclavo -posiblemente artesanos- el gasto medio en alimentación diario sería unos seis sestercios. Bien es cierto que el menú no era pantagruélico, sino más bien frugal, consistente en pan, vino, verduras, queso y dátiles. Juvenal nos dice que un zapatero come cebolletas y morro de cerdo hervido. Según Marcial, una familia pobre se alimenta de gobios, cebollas y queso. Pan negro mojado en un tazón de caldo y coles podría ser un ejemplo de menú para una familia de obreros romanos. Marcial dice que los alimentos más baratos que se vendían en las calles de Roma eran salchichas y garbanzos. Un tercio de litro de aceite constaría un sestercio y el trigo se vendía a tres sestercios el celemín (6,5 kilos). Para evitar conflictos sociales, el Estado alimentaba a más de 150.000 familias. Los gastos en vestido y calzado rondarían los 30 sestercios ya que la túnica oscilaría hacia los 15 sestercios, al igual que los zapatos. Limpiar una túnica costaba cuatro sestercios. El alquiler en la ciudad de Roma era tremendamente caro. Unos 2.000 sestercios anuales serían el alquiler más barato en el siglo I lo que motivaba que parte de la vivienda fuera subalquilada por el inquilino a otra familia. La operación se podía repetir creando verdaderas situaciones de hacinamiento en la insulae, las casas de inquilinos que ocupaban una manzana con cinco o seis pisos de endeble construcción.


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